El pasado martes 27 de agosto de 2019, el auditorio Tulio Gómez de la Universidad de Caldas fue el escenario de encuentro y retorno de Iván Roberto Duque Gaviria, después de haber obtenido su título de abogado ante la misma institución en el año 1985. Tras haber liderado las causas liberales del Magdalena Medio, terminó convertido bajo el alias de “Ernesto Báez” (nombre que según sus palabras ya desapareció) en uno de los más reconocidos comandantes de las Autodefensas Unidas de Colombia y creador del frente Cacique Pipintá en el departamento de Caldas. En compañía de Otty Patiño, cofundador del M-19 y de Darío Villamizar, uno de las más importantes investigadores del fenómeno guerrillero en Colombia y Latinoamérica, mantuvieron la atención de más de 200 personas en una de las sesiones de la Cátedra de historia regional de Manizales y Caldas.
Estos encuentros de diálogo directo entre la ciudadanía y antiguos jefes de organizaciones alzadas en armas, resultan necesarios en los procesos de reincorporación social y búsqueda de la verdad, en la medida en que se democratiza el privilegio de la declaración judicial, permitiendo la formación política y el acceso a una información de fuente primaria y sin censura. La experiencia vivida fue todo un laboratorio social caracterizado por un auditorio absolutamente respetuoso y participativo.
Uno de los grandes retos en materia de paz y posconflicto es precisamente la de fomentar espacios donde los ciudadanos se enteren de cuántos procesos de paz hemos tenido en Colombia, los que han fracasado y los 9 celebrados en los últimos 30 años (Claudia López, Adiós a las Farc, Debate, 2016) que comenzaron con la desmovilización del M-19 en el gobierno de Virgilio Barco. Sin embargo, gran parte de los fracasos de dichos procesos, y en palabras de los panelistas, se deben a la existencia de un estado “tramposo” y “conejero” que incumple lo pactado y confunde los procesos de paz con procesos de desarme.
En el caso del gobierno de Santos, gran parte de los esfuerzos se concentraron en meter las armas de las Farc en un contenedor. Pero la situación de los exguerrilleros en las zonas de concentración y la anunciada reforma rural integral avanzan lentamente, al fin y al cabo ya están desarmados. Por su parte, las autodefensas tampoco fueron ajenas al Estado conejero, pues a pesar de sometersen al acuerdo de “Justicia y Paz” en el gobierno de Uribe y haber recibido la promesa del entonces ministro Sabas Pretelt de no ser extraditados, allá resultaron en los Estados Unidos; por eso andan berracos los exparas con el expresidente Uribe, muchos de los cuales lo verán en la famosa audiencia de indagatoria del 8 de octubre.
En lo que adicionalmente se coincidió en el histórico encuentro, es que tanto guerrillas como autodefensas entraron a llenar un vacío de Estado que aún permanece. Muestra de ello, la actual guerrilla del Eln, las famosas bacrim (miembros de autodefensas mal desmovilizados) y el nuevo combo de Iván Márquez, todas ellas con un núcleo común de financiamiento: el narcotráfico.
Justo dos días después de este encuentro (29 de agosto) los hechos le darían la razón a los expositores, con el rearme de este pequeño grupo de exfarianos. Lo penoso de todo, es que en la historia de Colombia quienes dialogan son las armas, no las personas y ha hecho carrera tener que portarlas para ser escuchado. Ojalá algún día la ciudadanía pueda dialogar también con Elda Neyis Mosquera (Karina), y recibir los beneficios de una información más allá de la justicia y los medios de comunicación.
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