Antes de comenzar a escribir esta columna, realicé el ritual de colocar un LP de Alberto Cortéz (Pensares y Sentires) de 1977, sobre mi recién adquirido tornamesa Pioneer. Y justo en la canción “Todos” decidí que no permanecería indiferente frente al sonado caso de Matilda, la Secretaria de la Mujer de la Alcaldía de Manizales. Dice el tema musical que “todos somos responsables, todos de falsearnos de algún modo la realidad. Todos somos responsables, todos de aplicarle mil apodos a la verdad. Tamizada por insólitos matices, bien nos da la sensación de ser felices”.
Muchos medios de comunicación local y nacional, no ahorraron esfuerzos en contar que un grupo de ciudadanos, o de personas diría yo, habían hecho la anacrónica e insólita solicitud de pedir la revocatoria del nombramiento de una funcionaria de la Alcaldía de Manizales, pues según ellos, era un hombre y no una mujer. Me pregunté: ¿y cuál es la noticia? ¿La solicitud de los conservadores radicales, el nombramiento de Matilda, Matilda o todas las anteriores?
A pesar de estar ya cerca a los 30 años de expedición de la Constitución Política de Colombia, que pregona que todas las personas nacen libres e iguales ante la ley y no pueden ser discriminadas por razones de sexo (artículo 13), la condición ciudadana y democrática de nuestra sociedad sigue siendo una tarea por emprenderse o por lo menos por cumplirse. Me imagino que si la petición de revocatoria está firmada por mujeres, estas aun solo usan faldas, pues como bien lo relata Christine Bard (“Historia Política del Pantalón”) hasta bien entrado el siglo XVIII, el pantalón era una prenda exclusiva de los hombres, que las mujeres solo podían usar bajo autorización de la policía, situación que dio origen al fenómeno del “travestismo”.
Ni qué decir de la cantidad de mujeres que se disfrazaban de hombres, para poder acceder a un salario igualitario o incluso el famoso caso de Johanna, quien se hizo pasar por monje cambiando su nombre al de Johannes y quien se convirtiera después en la papisa Juana, la única mujer que ha ostentado el máximo trono de la Iglesia Católica y que llevó a la implementación del ritual de la silla perforada bajo la célebre proclama testiculum habet et bene pendebant (tiene dos y cuelgan bien) que pretendía garantizar previa palpación, que los papas fueran bien machitos: nada de mujeres.
Después de lo sucedido con Matilda, lo que queda en evidencia no es tanto la existencia de fenómenos de intolerancia e irracionalidad o de propensión al fundamentalismo, sino, como dice Alberto Cortez, de saber que todos somos responsables de falsear la realidad y aplicarle mil apodos a la verdad. Este sonado caso, debería llevarse al escenario de las deliberaciones y no de las censuras, como una manera de fortalecer democráticamente nuestro territorio. Qué bueno sería que las partes y quienes nos hemos inquietado por este histórico caso, pudiéramos vernos en un foro académico y conocer de verdad, los argumentos en torno a la incidencia y la relación de la sexualidad en el ejercicio de las funciones públicas.
Manizales debe mejorar en todos los niveles su educación sexual y la exitosa serie de Netflix “Sex Education” podría servir de apertura mental, en la paulatina eliminación de las mojigaterías que empañan el discurso científico de una sociedad que tiene el derecho de pregonar una fe y una religión, pero sin imponerlas a la manera del Ku Klux Klan o del Tribunal del Santo Oficio. Ahora no vaya a ser que como Uber, empiecen a recoger firmas y pidan quitar “Sex Education” por pecaminoso.
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