El sol brilla con nueva luz si te aceptas como eres y aceptas a todos así como son sin pretender cambiarlos.
No te resistas a la realidad, cambia en tu interior y aprecia la sabiduría de la aceptación.
Elige ser paciente contigo mismo y con los otros, no juzgues y ponte en el lugar de cada persona.
Así actuaba Jesús y por eso dijo a los que querían lapidar a una mujer: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”.
Cuando eres comprensivo y compasivo se acaban las batallas, se caen los muros y llega la unidad.
La aceptación serena, que no es resignación, te da alegría y te impide sufrir al resistirte o pelear con los hechos o la gente.
La medida de tu sufrimiento es la misma medida de tu resistencia a la realidad, de pelear con los hechos o las personas.
Sé consciente de eso y estarás en paz. Dile a Dios cada día con fe: “Señor, me das serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar”.
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