Un samurái fue a cobrarle a un pescador el dinero que le había prestado, pero éste no tenía dinero, temió y se escondió.
El guerrero lo buscó airado y cuando lo encontró, desenvainó su espada y gritó: ¿Qué tienes para decirme?
- Lo siento, dame tiempo y te pagaré. Sigue el dicho de la mano vacía: “Si alzas tu mano, aquieta tu genio; si tu genio se alza, aquieta tu mano".
El samurái quedó pensativo, envainó su espada y dijo: Bueno, tienes razón. Esperaré y volveré en tres meses.
Llegó a casa de noche y, sorprendido, vio a su esposa durmiendo y el contorno impreciso de otro samurái a su lado.
Lleno de furia sacó su espada, pero recordó al pescador: "Si tu mano se alza, aquieta tu genio; si tu genio se alza, aquieta tu mano".
Se calmó, miró bien y vio a la esposa al lado de su propia madre que se había puesto ropas del hijo para cuidarla y asustar a otros.
Entonces dio gracias por calmarse por la sabia lección del humilde pescador y por su buena madre. Decidió esperar sin ira y se dio cuenta que en la vida había cosas más valiosas que el dinero.
@gonzalogallog
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015