Después de la tramoya que se formó con las elecciones presidenciales que acabamos de pasar, sentimos un inmenso alivio tanto por los resultados finales en los que, como decía Perogrullo, es lógico que hubiera ganadores y perdedores, como por la civilidad que exhibieron los colombianos mostrándole al mundo unos comicios impecables, en los que a pesar de que un candidato trató inicialmente de enlodar, tuvo que recular pues no hubo el menor indicio de algo irregular.
A pesar de que formo parte de la oposición al gobierno que termina, no me tiembla la mano para reconocer que en medio de los errores cometidos por el gobierno, la estrategia del señor Santos fue muy acertada, pues ladinamente se retiró del Palacio de Nariño dejando encargado al ministro de Gobierno, y dedicó sus últimos días a viajar por todo el mundo con su equipo de la Cancillería, recibiendo condecoraciones por doquier, y de cena de gala en cena de gala evitando cualquier metida de pata, para que, sobre todo en Europa, no le fueran a cancelar alguno de los muchos homenajes que como bien lo sabemos, comenzando por el Premio Nobel, no fueron vistos con agrado, porque aquí sabemos de todas la intrigas que se movieron por debajo de cuerda.
Las cosas van a cambiar muy rápidamente para bien de los colombianos, porque se siente un ambiente de tranquilidad con el nuevo mandatario, inclusive con la actitud que han tomado un buen número de guerrilleros de reintegrarse a la civilización y abrir definitivamente las puertas de la paz. Debemos tener paciencia, ya que dos meses pueden parecer poco tiempo para reorganizar un país con tantos problemas, pero si nos esforzamos recuperaremos los caminos de la libertad y el orden, más pronto que tarde recuperaremos la tranquilidad.
Invito a todos a que formemos parte de esa inmensa cantidad de compatriotas que anhela la paz siguiendo las directrices que nos dio nuestro nuevo presidente en su discurso de proclamación, evitemos el espejo retrovisor y pongamos la mirada al frente con la verdad por escudo, para sentir que se nos ha dado otra oportunidad para recuperarnos de épocas aciagas que ojalá no se repitan.
Tendamos la mano a los opositores políticos, dejando de lado los rencores, las calumnias y los odios, para volver a tener una patria monolítica donde vivan con tranquilidad nuestros hijos. Dejemos descansar al señor Petro y sus muchachos. En una democracia, la oposición, si se hace en una forma patriótica, es una de las columnas que ayudan a sostener a la nación.
Comencemos esta nueva etapa, que vemos con tanto optimismo, extendiendo la mano a los contrincantes, pero también pidamos al nuevo gobierno mano fuerte contra la corrupción y los narcocultivos, acordándonos que somos hijos de una misma patria libre y soberana y que estos cánceres nos hacen daño a todos por igual.
P. D.: Dicen que hacer deportes es muy sano. Yo creo que es más sano, sencillamente caminar. Los días que más camino son aquellos que voy al entierro de algún amigo deportista.
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