En mayo se cumplen seis meses desde el inicio del levantamiento del pueblo venezolano contra el régimen de tirano Maduro y su cruel camarilla. La mayoría de los habitantes de los países democráticos del mundo estábamos convencidos que esta pesadilla ya tocaba su fin, y que pronto tendríamos a los vecinos nuevamente organizados, explotando sus inmensas riquezas mineras, y libres de la dictadura y de los comunistas cubanos, para volver a sentir el aire puro de sus hermosas playas y sus inigualables y fértiles tierras.
Pero las cosas no resultaron como esperábamos, y por el contrario el desenlace, hasta el momento, ha sido casi total fracaso. Lo que en un principio se pensó iba a eliminar al monstruo, está terminando en una incógnita cuyo final cambia permanentemente de rumbo, con un agravamiento de la situación que ya los muertos y heridos en las manifestaciones de la oposición ponen en el límite la capacidad de aguante de ese país.
La sorprendente toma de mando del joven Juan Guaidó en enero pasado, cuando se autoproclamó presidente legítimo de Venezuela, hizo que los usurpadores dieran un paso atrás y recibieran con fuerte temor la llegada de un desconocido que en pocas horas logró inyectar una buena dosis de confianza, sumada al apoyo internacional que ha recibido de 60 países del mundo, entre los cuales los Estados Unidos y Colombia, más la OEA, han sido los soportes más importantes de los opositores a Maduro.
Durante estos últimos meses ni siquiera la grandes matanzas ocurridas en el Medio Oriente, ni los actos criminales del Eln, ni los tremendos debates que se están realizando en el Congreso de Colombia han logrado bajar de las primeras páginas de los periódicos del mundo el seguimiento de lo que sucede en Venezuela, que cada vez tiende a ser una catástrofe humanitaria en manos de los sucesores del coronel Chávez.
Hasta hoy la pelea la están perdiendo los vecinos, pero también nosotros estamos sufriendo las consecuencias de la debacle de ese país, pues son cientos de miles de migrantes que están llegando y a quienes debemos brindar asistencia en salud y educación, con un enorme costo para las finanzas públicas.
Esperemos que este problema que cada vez parece complicarse más, deje de enredarse y tenga pronto una solución definitiva.
P.D.: Muy pocos son los países que no merecen que un tirano los gobierne.
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