Mientras crece el contagio y cumplimos el aislamiento, tengo al mismo tiempo la mente en España. Allí viven dos de mis hijos, un yerno, una nuera, cuatro nietos e infinidad de amigos, de ellos muchos colombianos (por tres años fui cónsul “ad honorem” en Pamplona para Navarra, Huesca, Zaragoza y Teruel) y también españoles, a varios de los cuales ayudé y luego a otros en mi regreso a Colombia adelanté procesos de adopción de niños colombianos, alguna de las cuales aún me llama abuelo. Entenderán por tanto por qué tengo “el corazón partío”.
En España frente al covid-19 se hicieron las cosas mal, muy mal. Cuando ya estaban avisados, es más cuando ya tenían contagiados, permitieron que el gran clásico del fútbol español (que a propósito ganó el Real Madrid 2-0) se cumpliera en el Santiago Bernabéu el 2 de marzo ante 80.000 espectadores y luego otro partido más en el Wanda Metropolitano con las gradas abarrotadas y, como si esto no fuera bastante, la coalición de gobierno de España aupó y presidió marchas por todo el reino con ocasión del Día de la Mujer el 8 de marzo, como resultado, dos ministras y decenas de españoles contagiados.
Cuando se entregan las noticias de los muertos de cada día, se incluyen las de los ancianos en los albergues o residencias en donde los parientes les recluyen. Esa es la práctica moderna, porque en donde van a estar mejor que con otros ancianos (bueno, antes se pensaba que con los hijos). Los asilos entonces se poblaron y ahora se vacían en racimos (en la fecha en la que escribo16-04-2020, 11.000 muertos de los 19.000 de toda España – el 52,5%). Pero para ellos lo peor está por venir, bueno ya llegó, porque ahora los pacientes se seleccionan como en la guerra por sus heridas, ahora por el promedio de mortalidad. Hizo bien, entonces el presidente Duque cuando mandó guardar a los mayores de 70 años para protegerlos del contagio - Hay que proteger a nuestros abuelitos, dijo- de una muerte segura y de una cierta estigmatización si la pandemia supera los medios previstos para contenerla y los médicos deben resolver a quien le instalan un respirador y a quién no. Como le ocurrió a una hija en España quien luego de la muerte de su padre escribió: “Nos dijeron que mi padre era un claro enfermo con necesidad imperiosa de intubación… pero no era prioritario. Quién es quién para decidir quién debe morir y quién no”. Aquel a quien corresponde decidir tampoco es culpable. En un naufragio el Capitán debe señalar los ocupantes del único bote que queda, no es asunto que deba resolverse a tiros.
Tengo pues muchos y entrañables amigos en España que no alcanzo a enumerar, pero sí a mis parientes: Jaime Augusto y Diana mis hijos, Silvia y Álvaro por afinidad y Jorge, Adriana, Carla y Jaime mis nietos. Los pienso y los extraño a todos. Diana estuvo recluida en su casa 20 días por el covid-19, salió a tiempo para su cumpleaños que fue el 13 de abril, al recordarla, teniendo también presente a todos, evoco a Lucho Gatica “No existe un momento del día en que pueda apartarme de ti, el mundo parece distinto cuando no estás junto a mí…contigo en la distancia amada mía estás”.
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