1. James. ¿Otra vez? El por qué no juega en el Real Madrid es asunto viejo en el que confluyen actitudes o posturas del jugador, los técnicos Benítez y Zidane, y el Club, que apuntan a que el jugador creía haberse ganado un puesto en la titular con las campañas 2014 - 15 -16 (25 goles) con el técnico Ancelloti, que Benítez no le reconoció cuando el colombiano no aceptó su solicitud de acortar sus vacaciones. Con la llegada de Zidane las cosas no mejoraron. Aceptó pues el préstamo al Bayern en donde triunfó (7 goles, 11 asistencias) pero al término del mismo, el Real y el Bayern no lograron un acuerdo. Su regreso condujo al estado actual en donde no juega de inicialista e incluso cuando le convocan no salta al campo, no obstante tener el técnico 5 cambios. No estoy de acuerdo con la afirmación de un connotado periodista cuando dice que el jugador es el único responsable de la situación que vive, pues incumple cuando rechaza la convocatoria. Es un error de interpretación. Cuando James pide que no lo convoquen y aceptan, no es renuncia, es acuerdo y no incumplimiento. James acude a los entrenamientos, lo hace con intensidad con la calidad de siempre. Ahora, el mismo comentarista pretende disminuir la condición de James señalando que con el Real solo le hace goles a equipos pequeños y solo resalta un gol al Barcelona. Por Dios, 26 goles en 109 partidos, a los centrocampistas no se les juzga solo por los goles, y los titulares del Real, Croos y Módric, con más partidos solo han logrado 19 y 22 respectivamente. Esa es pues una argumentación injusta. James merece la convocatoria en la Selección por lo hecho en los mundiales 2014 (mejor jugador y premio Puskas) y 2018. Sin embargo, no le vendría nada mal una dosis de humildad. Es excelente pero no el único y, ver a los demás triunfar sin su concurso debe llevarle a examinar qué hizo mal y reencontrarse, allí donde le valoren.
2. Aterrizamos. Era una muerte anunciada y sin embargo quienes se ocupaban del tema, deportistas, dirigentes y periodistas con un optimismo digno de mejor causa, pregonaban que nos adjudicarían la sede del mundial de fútbol femenino 2023; que eso era asunto de votos y se contaba con los de Suramérica, la UEFA e incluso los de la FIFA, no obstante la mala calificación que ese organismo le dio a los estadios de Colombia. No explicaron cómo se podía alcanzar la sede sin estadios adecuados y sin liga de fútbol femenino. La FIFA le dio la sede a Nueva Zelanda y Australia. Ya no es época de pedir para construir luego. Se imaginan lo que habría ocurrido si nos la dan, con la obligación de acondicionar los estadios y la posterior llegada de la pandemia, que no permitiría que los dineros necesarios para salir de la postración en que nos dejará la peste se utilice en menesteres distintos a mejorar la economía, la salud y los servicios. En 1962 para obtener la sede, Chile utilizó el lema “Porque nada tenemos, lo haremos todo”. Se trataba de un mundial con 12 equipos y 4 sedes. Ahora son 32 selecciones y escenarios con mayor capacidad. La Federación deberá apoyar a las deportistas y estructurar una liga femenina. No hay que comprar la cuna sin encargar el niño, o mejor invitar a la fiesta sin tener la pista y la pareja. En el fútbol los dirigentes no dan una. Mírese sino la barahúnda armada por los clubes que conforman la Dimayor con una división que les ha llevado a la inmovilidad, en última instancia lograron reprogramar el campeonato porque se juegan su subsistencia. Eso sin hablar de los problemas de la Federación con la justicia.
3. La disminución que viene. La medida del Gobierno de recluir por más tiempo a los mayores no es discriminación, como alegaron quienes presentaron tutela. A los adultos mayores nos tratan por igual y con respecto a los de menos edad no tenemos las mismas condiciones físicas, presentamos índices mayores de mortalidad. Si no nos cuidamos, teniendo los mismos derechos a la atención hospitalaria, sí podemos vernos discriminados, cuando, frente a la falta de respiradores, prefieran aplicárselos a quienes tienen más oportunidad de sobrevivir.
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