Con mucha frecuencia se aviva el sentimiento nacionalista del pueblo colombiano, frente a las declaraciones del presidente de Venezuela o de alguno de sus interlocutores, expresando el deseo y la necesidad de una intervención armada contra Colombia, tema comentado por el recién posesionado ministro de Defensa, cuando llegó a pronunciarse sobre la necesidad que tenía su despacho, de una asignación presupuestal cercana a los 2,8 billones de pesos, para fortalecer las fuerzas militares ante una eventual confrontación con el vecino país venezolano, declaración de la cual a los días se retractó.
Estos hechos originaron comentarios necesarios de difundir. En general, el ciudadano del corriente no alcanza a percibir la vulnerabilidad que tiene el territorio nacional frente a una agresión armada por el gobierno de Maduro, sin contar con la gravedad de una intervención en la Guajira, Cesar, Norte de Santander y Arauca, donde una acción bélica afectaría la infraestructura física de las ciudades y la integridad de la comunidad. Tenemos unos centros de gran importancia estratégica para nuestra economía, por ejemplo: la mina de carbón El Cerrejón, con su ferrocarril que le permite la ubicación del producto hasta Puerto Bolívar, en Bahía Portete; La Jagua de Ibirico, la mina de níquel Cerro Matoso, las Salinas de Manaure, los puertos de Santa Marta, Barranquilla, Cartagena y Coveñas; en este último termina el oleoducto Caño Limón - Coveñas. Las vías como conectores carreteables con sus correspondientes puentes, unen las regiones bañadas por los ríos Cauca y Magdalena y sus respectivos afluentes. El daño a los puentes, incomunicaría el país, generando el mayor colapso vial entre regiones. Las explotaciones petroleras y de gas en Cusiana, Cupiagua y Caño Limón, la refinería de Barrancabermeja. La infraestructura aeroportuaria en especial, las bases aéreas de Palanquero y Apiay. En el sector energético, las hidroeléctricas Miel 1, El Guavio, Urrá 1, Sogamoso, Ituango, San Carlos, Chivor, Guatapé, Salvajina, Betania, La Esmeralda, Anchicayá, Calima y Prado, entre otras. Hipotéticamente estas serían las zonas y los puntos de mayor complejidad en una eventual agresión.
Este análisis refleja las debilidades, con mayor razón, si miramos la indolencia demencial de nuestro contradictor, quien en un momento de locura por justificar su incapacidad para manejar a Venezuela bajo los principios del Castrochavismo, puede recurrir a una bárbara actitud de arremeter en contra del Estado colombiano, cuando por el contrario, nosotros acogemos como propios a más de un millón de hombres, mujeres y niños venezolanos, todos ellos huyendo despavoridos sin Dios y sin patria.
La intención es dar a conocer las falencias existentes y hacer caer en cuenta que no es fácil el manejo de las relaciones con el vecino gobierno bolivariano. Nos tenemos que tragar muchos sapos mientras perdure el mandato del dictador Maduro; sus bravuconadas y altanería debemos ignorarlas hasta que llegue el momento donde fenezca su proyecto político.
Cuando se conocen los costos de una guerra, no solo en vidas y laceraciones, sino el valor de la reconstrucción física y del aparato productivo, entendemos lo inconveniente que representa un conflicto para un país en vía de desarrollo, cuando no soporta su crecimiento en la economía de guerra.
Ojalá no tengamos una confrontación armada. De presentarse, estoy seguro de la intervención de los Estados Unidos y Rusia, los cuales verían nuestras diferencias como un asunto de poca monta y llamarían al orden haciendo las correspondientes recomendaciones.
Por eso la diplomacia se mueve por estos días en afianzar los caminos del entendimiento y compromiso entre países. De allí surge la preocupación por la exigencia que hace el gobierno norteamericano en el crucial tema de la erradicación de los cultivos ilícitos, agenda tratada pero difícil de cumplir.
Colombia es una nación colmada de oportunidades, con muchas razones para apostarle a su crecimiento, lástima que situaciones ajenas y del resorte externo, estén perturbando la buena marcha de nuestros intereses.
Es el momento de cerrar filas en torno a un propósito nacional, donde las prioridades sean el posicionamiento de un país viable, con paz, seguridad, igualdad, justicia y el camino que conduzcan a grandes y variadas posibilidades de desarrollo.
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