“... Luciano Jaramillo, más que un estilo es una presencia” Casimiro Eiger, Polaco, crítico de arte.
Un tubo en la base sujetado con cabuyas, el descascarado paulatino de la pintura, barrido muchas veces, los pliegues acusados, como si hubiese sido la envoltura de un objeto de grandes dimensiones. La situación no podía ser más triste, desconcertante, rabiosa.
Este era el aspecto y los sentimientos que producía contemplar el telón de boca del Teatro de los Fundadores, cuando un grupo de entusiastas restauradores se disponían a realizar la tarea de volverlo a la vida, antes que sus restos fueran utilizados para trapear la platea.
En la alcaldía de Néstor Eugenio Ramírez Cardona y la gerencia en Infimanizales de Natalia Marulanda Mejía se tomó la decisión de recuperar el Teatro. Un acto de respeto con la historia, con la ciudad y con quienes han acudido a Manizales, muchos desde lugares remotos, atraídos por la calidad de los eventos que se suceden aquí, un “mea culpa” por los desafueros que poco a poco se estaban carcomiendo el esfuerzo de una generación que emprendió la construcción de uno de los hitos culturales más emblemáticos de la América Hispana de los años sesenta.
El maestro Luciano Jaramillo Trujillo había recibido el encargo de pintar el telón, no era para menos, este manizaleño nacido en el año 38, era a la sazón una de las figuras más representativas de la plástica nacional. Su formación artística se había iniciado en Bogotá, continuado en París donde se nutrió de la corriente expresionista. De nuevo, en Colombia, trabajando hombro a hombro con Alejandro Obregón, alcanzó la madurez de un estilo destinado a plasmar en el “lienzo” lo más íntimo de las emociones humanas. Sus pinturas de adolescente dejaban entrever un estilo figurativo del que hizo gala a lo largo de su carrera como dibujante, grabador y excelente pintor. El Banco de la República alberga en su colección varias de estas obras.
Martha Traba, la crítica de arte que maduró al país sacándolo de un “apacible” letargo que lo mantenía anclado al siglo XIX, dijo en 1961: “Luciano Jaramillo nos recuerda, por si lo habíamos olvidado, que tiene suficiente talento y sensibilidad como para iniciar el combate con su propia pintura [...] Luciano Jaramillo siempre dirá en sus obras que el hombre debe estar vivo, y su respiración y sus sentimientos tienen que ser visibles en la obra”. En noviembre del mismo año expresó: “sus espléndidas obras presentadas este año en el Salón Nacional revelaron una madurez enérgica, un verdadero sentido de la creación de las formas: duras y ásperas dirigidas hacia una pintura encarnizada y vigorosa, que se internan sin dificultad en un expresionismo positivo”.
Y, sin embargo, después de la reanimación del teatro, de recomponer escaleras, columnas y vigas, de retirar objetos de pésimo gusto, que por arte de la indolencia se habían ubicado en el vestíbulo y de la restauración meticulosa del espléndido telón de boca, este ha sido exhibido ¡solamente una vez! Hoy yace nuevamente en el olvido, desalojado del lugar que con tanto optimismo se le había otorgado, y todo porque seguramente a los funcionarios de turno no les pareció bien, no entendieron que a pesar de su gusto o disgusto, se les había entregado en custodia una pieza importante del patrimonio nacional. Acaso, me pregunto, ¿esto no es lo que se tipifica en derecho como detrimento patrimonial?
Increíble que, mientras a lo largo del siglo XX buscábamos afanosamente cómo instalarnos en la vanguardia del mundo, hoy estemos sumidos en lo que pareciera ser una regresión colectiva. El telón expresionista del teatro fue reemplazado por otro telón, este con recuas de mulas, atiborrado de nostalgias, atravesando los Andes para dirigirse inexorablemente a un incierto pasado.
Si algo identificó a la colonización antioqueña fue su ánimo de innovación, de buscar un mundo nuevo donde hacerse el futuro.
PD 1: Esta no es solo la única obra de arte que se encuentra en riesgo, también y por ejemplo, los maravillosos murales de la plaza de Bolívar del maestro Guillermo Botero, que están cayéndose a pedazos ante la vista de todos.
PD 2: Si la decisión es descontinuar el telón, como todo parece indicarlo, propongo, muy a mi pesar, que se le ofrezca al Banco de la República o en su defecto se subaste en New York o París.
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