A pesar de los esfuerzos de algunos caldenses que no escatiman triquiñuelas, intrigas y ataques aleves en contra del Aeropuerto del Café, hoy está convertido en una realidad, y se asoma pomposamente la punta de ese gran iceberg que moverá nuestra economía, el empleo y mejorará la calidad de vida; y desarrollará los sectores turísticos, industriales, comerciales y agrícolas.
Y parece imparable. Después de ocho años de promesas incumplidas del presidente Santos; de zancadillas del ministro caldense Germán Cardona; de dilaciones en todas las instancias; y de torpedos recibidos de bandos pereiranos que encontraron en aliados caldenses los más grandes enemigos del proyecto, hoy tenemos el compromiso, con hechos ya tangibles, del presidente Iván Duque, de su ministra de Transporte, del gobernador Luis Carlos Velásquez, y del Congreso de la República en pleno (aupados por los senadores Carlos Felipe Mejía y Mario Castaño, quienes lograron la aprobación de todos los congresistas para incluir el proyecto y las partidas, tanto en el plan de desarrollo como en el presupuesto).
Desde la propia Gobernación se ha insistido en que los dineros que entran a fortalecer el proyecto sean manejados en un Patrimonio Autónomo, con una auditoría permanente, evitando su exposición a nuevos desgastes financieros y a manos inescrupulosas que se saben lucrar de estas grandes obras. Atrás quedaron entonces las posibilidades de que nuestros seudo líderes se arroguen la exclusividad de derrochar sin control los dineros, tal y como lo hicieron durante los primeros 20 años quienes abusaron sin compasión de Aeropalestina, y hoy ya posan de enemigos por considerarlo inviable. (Tal vez esta sea una de las causas de que esos caldenses se declaren enemigos del proyecto; otra, podría ser el interés de favorecerse con inversiones públicas fuertes en el Kilómetro 41 ¿?).
De todas maneras, hoy no es válida ninguna discusión popular en torno al aeropuerto, como lo propone uno de los mayores enterradores de la comarca. Ya es una decisión tomada y tenemos que rodearlo y blindarlo de esos enemigos mortales que, acostumbrados a quebrar las empresas y a servir de puente a intereses foráneos para despojarnos de nuestras riquezas, hoy pretenden destruir el proyecto sentando cátedras absurdas, sin darse cuenta de que esta sociedad (de la que abusaron sin compasión) ha madurado a punta de golpes, fracasos y tropiezos, y no está dispuesta a dejarse esquilmar más por quienes creen que levitando dominan, y nos han manipulado sin pudor llenando sus bolsillos y destruyendo el departamento.
Manejan además el argumento desfasado de que invertir en Aerocafé sería botar los recursos, pues solo alcanzaría para la primera fase del proyecto. ¡Nada más alejado de la realidad! Si bien es cierto que el desarrollo de las fases dos y tres de Aerocafé deben ser a través de una Asociación Público Privada (APP), el hecho de tener unas inversiones en marcha o funcionamiento le darán un valor representativo al propio Aeropuerto para ser parte de la asociación con un porcentaje importante. Además, la terminación del aeropuerto será mucho más llamativa para inversionistas privados, si paralelamente con la construcción de las siguientes fases, se puede ofrecer la operación de la primera. Sin dejar a un lado todas las obras viales que se tienen que desarrollar para viabilizar el proyecto. ¿A quién puede perjudicar este desarrollo, las inversiones y el empleo masivo?
Aerocafé, por donde se le mire, está lleno de bondades, y no podemos dejarnos influenciar de los enemigos del proyecto que, sirviendo como caja de resonancia a los intereses de nuestros vecinos, se valen de cualquier método, por vil que sea, para arruinarnos. Porque son enemigos sin escrúpulos que, después de obtenerlo todo en nuestra tierra, han salido a denigrarnos, combatirnos y destruirnos.
Y como sé que saldrán otros a decir que no se debe hacer porque el peligro de la corrupción es latente, pues debemos es establecer los controles adecuados para protegernos y asegurarnos de que los recursos se inviertan adecuadamente. Destruir el proyecto para acabar con la corrupción, sería como vender el sofá para acabar con la infidelidad. Afortunadamente, repito, a pesar de los enemigos mezquinos, ¡Aerocafé es un hecho!
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