Mi posición en relación con el acalde de Manizales, Octavio Cardona, ha sido de escepticismo desde el inicio de su mandato y así lo he dejado claro en estos tres años y medio de gobierno. Y lo ha sido, más que por él mismo, o por su carácter adusto, beligerante, intransigente e infalible, por la compañía de algunos políticos que se han venido enriqueciendo bajo su sombra y han montado verdaderas empresas personales en el desempeño de sus funciones. Pero bueno… esa parece ser la costumbre y así ha ocurrido ante los ojos de funcionarios de control, judiciales, de los gremios caldenses y de quienes se han arrogado la potestad de jueces morales, y que callan o se enceguecen cuando les conviene.
Y hago esta claridad porque en Manizales están pasando cosas muy interesantes, y hay que reconocerlas sin caer en el asqueroso vicio de la sociedad del mutuo elogio. Vemos una ciudad activa, en crecimiento, con empuje y brillando en aspectos claves de desarrollo, lo que la ubica como la mejor ciudad del país para hacer negocios, estudiar, pasear y vivir. Es palpable su desarrollo vial y, con él, los intentos desesperados por regular el tránsito que permita una adecuada movilidad. Vemos igualmente que cada día se posiciona más como ciudad universitaria y hoy se alimenta con la fundación de la Universidad Juan Pablo II, nueva institución erigida por la Arquidiócesis, que entra a engrosar el número de universidades que ofrecen estudios profesionales en la ciudad.
Igualmente, el crecimiento de oferta en salud es notorio y día a día se van estableciendo nuevas instituciones que agrandan la cobertura en todas sus áreas. Y qué decir de la oferta gastronómica que sobrepasó con creces las de las ciudades vecinas y le dio un nuevo aire a la economía manizaleña, generando una nueva vocación comercial de alta calidad.
Y sumado a todo esto se presenta un fenómeno agradablemente extraño: la seguridad. Completar 54 días sin homicidios en la ciudad es un récord que, a simple vista parece carecer de importancia, pero el fondo es muy significativo. Porque obedece a un empeño gigante de la administración y del secretario de Gobierno, Jhon Heberth Zamora, quien asumió el cargo con una responsabilidad inigualable. Nos consta que ha sido un funcionario cuyo horario de trabajo se alarga hasta altísimas horas de la noche y de la madrugada, y que ha tratado de cubrir hasta el último rincón del municipio. Adicionalmente, la inversión en cámaras de seguridad es un factor que reporta ese elemento persuasivo que hace que el delincuente se sienta vigilado en cualquier lugar, y desista de cometer sus delitos con la tranquilidad que lo hacía hasta hace poco tiempo.
54 días sin homicidios en la ciudad genera también la percepción de seguridad y, aunque estamos lejos de la perfección, los continuos reconocimientos recibidos por el citado Secretario, de entidades nacionales e internacionales, tienen un efecto directo en la delincuencia, que sabe que en Manizales se le cierran las puertas al facineroso y se hace todo lo posible por enfrentarlo con dureza y rigidez. Hay que hacerle este reconocimiento al secretario de Gobierno, Jhon Heberth Zamora, porque ha sabido ir más allá del cumplimiento formal de sus obligaciones laborales y se ha extendido en el tiempo y en el espacio de una manera denodada, voluntaria, efectiva y eficaz. ¡Y esto no es usual en los funcionarios!
Repito: he mirado esta Alcaldía con escepticismo, pero tengo que reconocer, con complacencia, que los resultados en muchos aspectos son positivos y que Manizales tiene una cara transformada. Una cara para mostrarle al mundo; una cara ya no solo basada en el calor de su gente, su cultura, cordialidad y dulzura, sino en factores de emprendimiento que la hacen esa ciudad donde se quiere y se puede vivir con la mejor calidad de vida; que hacen de Manizales la mejor ciudad.
¡Al César lo que es del César!
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