No soy quien para calificar la gestión de Luis Guillermo Giraldo Hurtado en su vida pública; mucho menos soy quien para descalificarlo o desconocerle sus virtudes, su inteligencia, su acervo académico y cultural, y los aportes que en décadas pasadas le pudo haber hecho al departamento de Caldas como su representante en espacios políticos nacionales. Y, menos aún, soy quien para juzgarlo y condenarlo por hechos o circunstancias sobre las cuales nuestra justicia ya se ha pronunciado y lo ha absuelto.
Pero su reaparición en la actividad electoral caldense sí me deja varias inquietudes y me obliga a elevar, a manera de reflexión, un llamado a los militantes del partido Centro Democrático quienes tendrán en sus manos la decisión de su nueva escalada en el poder regional.
Se ha pregonado en diferentes espacios que el CD propende por una renovación en la forma de hacer política, y en un relevo generacional que les permita a nuevos actores ocupar cargos de relevancia, decisión y responsabilidad. Se habla de inclusión y generación de expectativas a nuevos aspirantes que saben que sus propósitos serán una realidad cuando demuestren capacitación, carácter y profesionalismo, y no que dependan de las influencias o el sometimiento de su voluntad a los más poderosos. ¿Se cumplirían estos postulados con la escogencia como candidato al doctor Giraldo Hurtado?
En la carta donde un grupo significativo de ciudadanos expresa su solicitud al doctor Giraldo para que se postule como precandidato, lo hacen resaltando sus vínculos con el presidente Duque y las posibilidades de gestión que de éste se desprenden. Lo curioso es que muchos de esos firmantes son reconocidos antiuribistas y constantes fustigadores de quienes profesamos alguna identidad con el partido del presidente. No se entiende entonces por qué, para ellos, el uribismo es reprochable, censurable y digno de vergüenza, y hoy se convierte en la gran fortaleza de su candidato. No se entiende por qué ese uribismo que les asquea y que atacan con sevicia en todos los estadios, hoy es el partido ideal para que su candidato acceda al primer cargo ejecutivo del departamento. ¿Habrá coherencia en estas actitudes?
La crisis de liderazgo en Caldas es un hecho triste y notorio. Y ha sido provocada por la concentración de poder; por la exclusión de sangre nueva que se ve atropellada por quienes se sienten dueños de todo y disponen del presente y futuro de la juventud; por la pérdida de esperanzas de nuevas generaciones que ven cómo su lucha es estéril ante poderosos que no se resignan a ser relevados; por la exclusión de nuevos actores que proponen cambios reales en la forma de gobernar, y terminan sometidos a convivir con las viejas prácticas del ejercicio del poder. El Centro Democrático, que concentra gran cantidad de jóvenes con serias aspiraciones políticas, ¿será responsable al enviarles el mensaje de que sus posibilidades tienen que congelarse, (y tal vez perderse) por la renuencia a ceder espacios de quienes pretenden terminar honoríficamente su vida política personal, sin pensar en el futuro de sus copartidarios? ¡Las bases tienen la palabra!
Es cierto que lo bonito de la democracia es la pluralidad y la apertura a diferentes tendencias y opciones de pensamiento. También los es que mientras el abanico de opciones se amplía, en igual forma lo hace la posibilidad de acertar en las decisiones. Pero sí causa un poco de asombro que mientras la mayoría de los militantes del partido CD tratan de renovar su liderazgo y de posicionarse ante la sociedad, haya dentro de sus miembros quienes se empeñen en reinstaurar la vieja política cuando, precisamente por su obsolescencia y necesidad de renovación, se dio tránsito a su creación. Y más asombro causa que la participación de esa vieja política dentro del CD, provenga precisamente de un grupo de ciudadanos que denuestan del uribismo y hoy se arriman a él para pretender erigir a su líder como gobernador de Caldas. Repito: ¡Las bases del partido tienen la palabra!