¡Chinches! Una palabra escandalosa. El solo hecho de pronunciarla cuando las madres arreglaban las camas, luego de una visita viajera que había pernoctado, era devastadora por lo que significaba para quienes vivían permanentemente en la casa. Sin embargo, la evidencia de las pequeñas lesiones en la piel era más aterradora que encontrar esos pequeños organismos.
Hallarlos en los hoteles sin buenas disposiciones sanitarias sobre las paredes en mal estado, las camas, colchones y cobijas, era sellar con un aviso de terror el recinto. Los precios o los lugares no compensaban la fama de ese pésimo local, y si no se adoptaban correctivos el negocio estaba destinado a desaparecer. Tener chinches era un baldón que nadie quería y todos a una se disponían a remediarlo.
Encontrar hoy chinches de cama no es fácil, por la enorme mejoría en el control, con muchas facetas, de esta clase de plagas, cuyos especímenes se alimentan de sangre humana, por lo que se les denomina hematófagos, o vulgarmente chupasangres, como otros insectos.
Otras especies de insectos vinculados a las enfermedades humanas y de otros animales van en declive o son cíclicos, debido a la casi imposible erradicación. Los anopheles, paludismo; el aedes, fiebre amarilla y dengue; triatomas, Enfermedad de Chagas; los piojos; las pulgas; el sarcoptes, sarna y otros más dentro de la extensa lista que es propia de regiones geográficas.
Los mayores aún recuerdan a las chinches y a las niguas, Tunga penetrans, que en Caldas tuvieron especiales lugares para invadir la piel de los dedos de quienes andaban en potreros o establos. Ni Chinchiná y Manizales se salvaron de aquello que era común en Salamina y alrededores.
Pero una cosa son las lesiones producidas por estos insectos que aunque molestas pueden ser controladas por medicamentos populares. Lo más grave son las enfermedades que pueden transmitir, como ha sido descrito.
Ahora aparece en una importante revista, Art y Plants, un artículo escrito por Elizabeth Pennissi sobre las chinches de cama, esta vez no para alertar sobre los daños superficiales en el ser humano, sino su papel en la evolución.
Con más de 100 especies, los cimicidios tienen territorios especiales, el más interesante y propio de países como Colombia es el Cimex hemipterus, un artrópodo de 5 milímetros de largo, identificable a simple vista y armado con un aparato picador y succionador. Se cree que viene de la época de los dinosaurios, 115 millones de años, pero se ignora la fecha en la que se adaptaron para alimentarse de las personas. También se cree que sus primeras víctimas fueron los murciélagos, 64 millones de años, quienes sufrieron la toma agresiva de microlitros de sangre. Todo acorde a la secuencia hematófaga propuesta.
Se ha conocido la existencia de al menos dos tratados sobre la evolución cultural de las chinches, uno de ellos Bedbug, Klaus Reinhardt- 2018, aun sin traducción, es un fascinante relato de la vida de las chinches, todo dentro de la ciencia y en el extraño mundo de Subuso.
Mediante estudios de ADN se sabe que los ancestros de las chinches pasaron a ser victimarias de las personas tan pronto el Homo evolucionó a Homo erectus. Hace 47 millones de años se dividió el árbol evolutivo de las chinches y dos de las actuales especies: lecturalius en Europa y la americana, cifra que modifica sustancialmente la previa de 1,6 millones de años a este evento.
Los estudios de adaptaciones de las chinches han llegado a demostrar que desde las águilas han llegado a producir infestaciones en humanos. Se cree que cada medio millón de años una nueva especie se adapta a las personas debido al contacto entre estas y el ganado y la fauna silvestre.
La tecnología no solo es para el presente y futuro, es muy útil para explicar lo sucedido desde el punto cero de la tierra y el cosmos, hasta el presente, demostrando la inmensidad de la naturaleza, porque de lo contrario la ignorancia sería el dominador. Una posición antihumana.
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