La edad de retiro se anuncia con anticipación y progresivamente. No tiene nada que ver con la edad, porque las condiciones físicas y mentales de las personas se deterioran en algunos casos desde temprano o se conservan aun en edades avanzadas. Es cuando dicen que un viejo todavía está “lúcido”. Lo contrario es que está muy “despistado”. El asunto a considerar es que el desarrollo tecnológico, especialmente el de las comunicaciones, ha evolucionado de forma tan acelerada que se necesitan piernas de escalador para seguirle el paso. Las generaciones, entonces, pueden decir con el bolero: “La distancia entre los dos es cada día más grande”. Esa circunstancia impone a los mayores, si no están al día en actualidad informática, guardar silencio en todos los ámbitos sociales y familiares en los que deban desempeñarse, para no concitar las miradas piadosas de jóvenes y niños, que los escuchan con un rictus de “déjelo, pobrecito”, que no es respeto por las opiniones de los viejos sino piadosa tolerancia. Un recurso de la gente mayor fue hasta hace un tiempo invocar la experiencia, el conocimiento y la sabiduría, que se supone acumulaban los años. Ahora esos ítems de la inteligencia creativa, que en los adultos mayores (como los ubican las estadísticas) son “manuales”, en jóvenes y niños son “virtuales”. Todo está en las redes informáticas, sin necesidad de escuchar el discurso cansado y soporífero de los viejos, las más de las veces repetitivo.
Retirarse a tiempo es síntoma de razonamiento lógico. Para algo tiene que servir, la experiencia que acumulan los tropezones de la vida, cuyos turupes y moretones son trofeos que han dejado batallas ganadas y perdidas, porque de ninguna de las dos (las ganadas y las perdidas) sale el hombre ileso. “Palo porque bogas y palo porque no bogas”. Insistir en hacerse reelegir en juntas es negarle la oportunidad a gente con conocimientos e ideas frescas, energía y ansias de aportar y sobresalir. Hacer comparaciones es arriesgarse a hacer el oso; o, peor, a que lo toleren de mala gana, por respeto o por el poder accionario que representa, en el caso de las empresas industriales, financieras o comerciales.
Igualmente, en las familias, a los viejos se les tiene la consideración debida y el cariño que corresponde a los méritos de su patriarcado. Pero ahí también tienen los abuelos la oportunidad de recibir honores, abrazos y reconocimientos sin ostentar preeminencias ni reclamar pedestales; y mucho menor hacer alarde de sabiduría. Dejen los viejos que hablen los muchachos, canten y exhiban sus habilidades y procuren no hacer lo mismo. De todas maneras, el viejo y los jóvenes no van a entenderse, menos cuando cada generación tiene idioma propio, así, nominalmente, hablen el mismo.
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