Gobernar no es fácil. Para hacerlo se requiere astucia, paciencia, conocimiento profundo de las veleidades del poder, sagacidad y liderazgo. Esta tarea se hace mucho más compleja cuando quien la ejerce se somete al escrutinio público. Es necesario ponderar la efectividad de los resultados con la forma de los medios, para crear un modelo que pocos consiguen alcanzar.
El mandatario es un vaticinador de probabilidades. En el complejo arte de dirigir un leviatán, procura por hacer del equilibrismo administrativo su ejercicio principal. No puede hacer suyos los temores a sus enemigos o las esquizofrenias con molinos de viento convertidos en gigantes ficticios. Se le exige una voluntad férrea y un manejo sutil de los hilos que sujetan su propia estructura, para evitar que colapse sobre sí mismo. Sabe que todas sus decisiones serán bonanza para algunos y carestía para otros. En ello no le es permitido acobardarse. Imposible imaginar a Julio César cediendo ante Pompeyo y retrocediendo en el Rubicón, a Napoleón vacilando en la conformación de su imperio en beneficio de la monarquía francesa o a Winston Churchill claudicando en Inglaterra ante el avance de la infantería nazi. Como ellos, cualquier dirigente que pretenda cumplir el deber para el cual fue llamado, será contundente en la fijación del rumbo y perseverará en él, a pesar de sus enemigos y aún de sus amigos. Las contingencias se sortean sin transigir las convicciones, pues del tamaño de su constancia será la huella que perdure.
En política muchas cosas son posibles. Las enemistades más violentas se convierten en cofradías indisolubles, alimentadas por sinergias en los programas de gobierno o por apetitos comunes sobre las vendimias de la administración. Las recientes elecciones han confirmado que ahora no son las fuerzas partidistas tradicionales las que se disputan por los sufragios en las urnas. En la actualidad surgen las coaliciones como parte fundamental de las democracias modernas en las cuales se suman apoyos en favor de un solo candidato donde se promueve la campaña en torno a la sublimación del hombre y no de sus ideas.
Este proscenio pone de presente una realidad que, por evidente, ha pasado igualmente inadvertida. Una cosa es aspirar a un cargo público y otra gobernar en él. Si lo primero, se edifican montículos de promesas, se crean ilusiones, se presentan falacias como verdades irrefutables, se construyen idearios donde todos caben, se garantizan adhesiones y se reparten por adelantado beneficios opíparos para saciar la voracidad de los auspiciadores. Si lo segundo, se segmentan los amigos, se rechazan las llamadas, se crean filtros para evitar cumplir los ofrecimientos, se convierte en un ejecutivo insular de difícil acceso en el cual se esfuman los sueños y se asume la cruda realidad donde no todo lo convenido puede ser cumplido. Bajo este contexto, es necesario considerar que las alianzas triunfaron en 25 departamentos que significan el 78% del total nacional. Una vez decantada la emoción de la fiesta electoral, los ahora gobernantes tendrán que enfrentar la resaca para conformar sus equipos en los cuales todos los apoyos recibidos esperan verse representados. Este ejercicio no solo será difícil. En algunos escenarios hará imposible la tarea de dirigir los destinos departamentales y sus capitales. En estos casos, la pugna por la burocracia o la primacía en la definición de políticas creará verdaderas hecatombes que pueden frenar el desarrollo regional y ralentizar aún más la anhelada reactivación económica.
Veinticinco gobernaciones y catorce alcaldías no son una cifra menor. Son la mayoría de los colombianos y un gran potencial productivo de la nación. Estos dirigentes deben poseer una capacidad de conducción excepcional. Es necesario no amilanarse ante las adversidades, conservar la serenidad y no ceder a la presión de los factores reales de poder que se detentan en las regiones que puedan conducir al detrimento de los mandatos, evocando al novelista español Gonzalo Torrente Ballester al exclamar que “el poder más peligroso es el del que manda, pero no gobierna”.
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