Sí, es tan cierto, la reflexión que ya sabemos: actualmente tenemos cualquier cantidad de desastres ambientales con los que tenemos que aprender a vivir; un planeta que está en constante amenaza y por el que es urgente preocuparse.
Una capa de ozono que aunque se está recuperando siguiendo muy frágil; niveles de contaminación cada vez más altos que dejan como resultado más de 2 millones de personas muertas anualmente en el mundo por enfermedades relacionadas con la contaminación. Tenemos huracanes, ciclones y ni hablemos de los deshielos, ¡¿qué hacen los osos polares sin hielo?! Angustia…; tenemos incendios que consumen grandes cantidades de hectáreas de bosques, que destruyen el hábitat de miles de especies, y amenazan las selvas tropicales, pulmones del mundo. Solo en Europa en 2017 se han producido 677 fuegos, pero entre 2008 y 2016 hubo solo 215, esto gracias al cambio climático. Tenemos cantidades de desperdicios sin reciclar en nuestras casas y en las grandes industrias de las que consumimos sin parar; adicionalmente es probable que en el futuro debamos enfrentar una guerra por la escasez de agua. Resumiendo, más o menos el “fin del mundo”.
Podríamos continuar enumerando la cantidad de desastres que hay, culparnos entre nosotros y esperar hasta que vayamos muriendo uno a uno, por causas naturales o afectados por algún factor del listado anterior. Es una opción fácil y cómoda, pero, ¿es sano quedarse en esa posición? Es claro que existen organizaciones dedicadas a la protección del medio ambiente, enfocadas en preparar a las personas para los posibles eventos, y en hacer campañas para reducir los impactos de los desastres que hemos generado, pero ¿quién tiene acceso a estas empresas?, ¿quién tiene tiempo para hacer gestión? Tal vez muy pocos, y así es como se entra en una zona de confort, y la conclusión es: “no tengo tiempo”, “no tengo contactos”, “no puedo hacer nada”.
Sin embargo, hay una sencilla solución; según estudios realizados por el Instituto Oceanográfico Scripps de San Diego California, las plantas absorben de 16 a 19 veces las emisiones totales de CO2 de la humanidad, señalando la importancia del papel que pueden jugar en la regulación del clima. Los niveles de contaminación son tan altos que la cantidad de plantas que tenemos ahora no dan abasto para procesarlo. De acuerdo a esto, lo que concluyo es, si somos 7,5 mil millones de personas en el mundo, ¿qué pasaría si todos decidiéramos sembrar y cuidar y conservar una planta?¿O, mejor aún, ¿de un árbol? Es tan fácil y práctico que nadie lo debería dudar. Solo con esta acción lograríamos reducir la concentración de los altos niveles de CO2, desencadenando la disminución de las enfermedades relacionadas a esto, aliviando la carga de la capa de ozono, y deteniendo los deshielos, ¡osos polares con casa! Si cada uno sintiera que es su responsabilidad, y decidiera dejar huella en este planeta, el impacto sería grande.
Pues mi plan es ese, sembrar y esparcir la mayor cantidad de plantas posible, ayudando a reducir el caos de alguna manera, ese quiero que sea mi lugar en el “fin del mundo”.
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