Con la oferta abierta de conocimientos a través de los medios de comunicación y el internet, se argumenta que la universidad puede desaparecer en poco tiempo. Los más optimistas dicen que quedarán las mejores instituciones; otros señalan que lo que desaparecerá es la universidad como la conocemos y que el futuro es de las que logren sobrevivir a partir de un modelo innovador ¿Cuál es el giro de tuerca necesario para ser una universidad innovadora hoy? Para Manizales, ciudad universitaria, este debate es central en su estrategia como ciudad.
En el presente las universidades deben hacerlo todo muy bien; deben producir y transferir la mejor investigación, deben difundir el conocimiento en los medios de alto impacto, deben generar patentes que resuelvan problemas relevantes, deben hacer docencia empleando prácticas pedagógicas novedosas, deben trabajar en el desarrollo social y económico a través de consultoría de calidad y deben ser responsables socialmente demostrando su interés por el entorno. Todo lo anterior debe hacerse al tiempo, con eficiencia de recursos e involucrando innovación.
En las fórmulas de los rankings, las universidades innovadoras son las más reconocidas; instituciones dinámicas, que cambian, que ayudan a otros a transformarse, que usan metodologías disruptivas, que educan en ambientes donde se privilegia la experiencia y la investigación en grupos y redes de conocimiento, sobre contenidos magistrales. El conocimiento alcanza su mayor aporte en la crítica y reflexión de situaciones límite y casos reales que desafían lo ya sabido. Los profesores y alumnos en este modelo se articulan con la sociedad, las organizaciones y las empresas desde el momento cero de la formación.
El eje es la innovación en diálogo con la sociedad, para que no solo se promuevan ideas geniales sino para que se genere valor social y económico con ellas. En tiempos difíciles para la financiación de la educación superior, estos espacios de trabajo que generan valor compartido para distintas instancias de la sociedad, no solo mantienen la vigencia de la universidad, sino que le permiten y facilitan su sobrevivencia, con un esquema que se podría llamar de emprendimiento innovador.
El giro de tuerca es la innovación alineada con los grupos de interés sin perder autonomía, pero ¿Cómo hacer esto que suena tan difícil como promisorio? Lo primero quizás sea cambiar la estrategia de informar a la sociedad sobre la oferta universitaria ya dada, por la de comunicarse bidireccionalmente. Se trata de entablar diálogos profundos con la sociedad que permitan ir incorporando como propias muchas de las demandas y exigencias sociales. Este conocimiento mutuo permite que afloren formas de colaboración donde la respuesta a la sociedad se vuelve una manera de realizar la propia misión y donde la sociedad encuentra que apoyar a la universidad es vital para resolver sus problemas. En el diálogo no se trata de someter la voluntad de uno a la voluntad del otro, sino de construir espacios de deliberación y creación conjunta que susciten la emergencia de lo nuevo.
El diálogo debe darse con los grupos de interés externos e internos, de forma que se comprenda cuáles son los incentivos que se necesitan para que las personas colaboren entre sí y con los demás, en qué aspectos la colaboración puede ser importante y cómo puede lograrse en distintos niveles y con distinta duración hacia adentro y hacia afuera de la institución. El diálogo debe imprimir flexibilidad a la universidad que se traduzca en mayor descentralización de las decisiones, democratización del poder, una base descentralizada de financiación, una comunidad académica suficientemente estimulada para pensar en ser rentable, y en una estrategia para revisar de forma continua la oferta de servicios de forma que se asegure el crecimiento armónico de la universidad y el desarrollo y mejora permanente de la sociedad a través del conocimiento.
La universidad innovadora debe permitir emprendimiento, novedad, pero también nuevos recursos que permitan la mejora de las condiciones sociales y la posibilidad de sostenibilidad de las universidades que ya nunca más lograrán sostenerse solo con las matrículas de sus estudiantes. El giro de tuerca es la comprensión de la universidad y de los grupos de interés como un ecosistema que genera acontecimientos y valor compartido en forma permanente.
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