Con el paso de los días vemos como la radicalización de las campañas se torna más profunda, con mensajes de confusión, como lo exponíamos, verdades a medias que confunden, arropadas en la denominada posverdad, como parte de una estrategia para captar votos; no desde el discurso democrático que, por supuesto está ausente, pero sí desde el discurso marrullero y timador.
Si Moisés Naím tuviera que publicar una nueva edición de su libro “La revancha de los poderosos”, con seguridad su argumentación de las 3P las ampliaría a las 5P, que pretendo demostrar en este breve escrito.
Populismo, Polaridad, Posverdad, Petro y Putin, es el quinteto de palabras que nos puede llevar a la hecatombe institucional; ante esto es necesario y urgente entender desde el pensamiento lateral el verdadero sentido de los mensajes.
Ya sabemos que el populismo es una estrategia que se apoya en dos pilares, la polaridad que busca sembrar ira y rabia en la sociedad, una vía para desprestigiar la institucionalidad y restar capacidad de gobernanza. De otro lado la posverdad que es perversa y malévola en la forma en que confunde a buena parte de la sociedad. Una rápida apreciación del “perdón social” pone de manifiesto la arquitectura del recado tenebroso que oculta, es una especie de mensaje camaleón, que se adapta, a múltiples facetas con propuestas resbaladizas, cuyo objetivo final es capturar el interés de una parte del electorado, e insisto la confusión que genera no aporta a la democracia, es al final de cuentas alboroto; justamente lo que busca la posverdad.
La cuarta palabra del quinteto es Petro. Ha puesto en práctica la estrategia del populismo, siembra rencor por doquier con un discurso marrullero, con acciones que buscan protagonismo para realzar su imagen, aparecer como el gran redentor sin importar el contenido democrático de las arengas, lo relevante es sumar y no repara el más mínimo desagravio en su forma de hacer política. Si hacemos un recuento de sus entrevistas y discursos, el mar de los sargazos sería una buena representación de sus planteamientos, barullos que solo conducen a la desestabilización y el caos institucional.
Pero el pensamiento estratégico nos debe conducir a otro escenario de análisis, cuyo contenido no es menor y su impacto puede ser devastador; me refiero al big data y la analítica de datos. El papel de estas herramientas unido a la potencia de las redes sociales, pueden marcar el destino de una nación. Día a día entregamos datos, que en su conjunto se transforman en información, que perfilada se convierte en conocimiento para alimentar grandes bases de datos interactivas para ser transformadas en inteligencia viajando a través de las redes, en donde la omnipresencia digital es casi que perfecta, dando origen a redes liquidas que se esparcen de manera dirigida a segmentos específicos y con mensajes concretos; las experiencias ya son ampliamente conocidas en diferentes repúblicas que han sido objeto de invasiones digitales y en algunos casos alterando el rumbo de estas naciones.
Detrás de todo este andamiaje digital se encuentra Putin, la quinta “P”. Rusia se ha convertido en una potencia de inteligencia digital, con fuertes impactos en el destino de los países atacados. En Colombia los rumores sobre acciones de esta naturaleza son persistentes, un enorme riesgo que no se podrá pasar por alto.
No hay espacio que ceder, cada oportunidad se debe convertir en un llamado al ejercicio de la honestidad democrática, hay que cerrar los espacios a la posverdad, entender el contenido verdadero de los mensajes, ellos esconden desinformación y afán de conquistar el poder, sin importar el precio de la anarquía que se pueda desatar y llevarnos al ostracismo colectivo.
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