Mario César Otálvaro
@macotal
Cuando todo apuntaba a que el esfuerzo por un plantel competitivo –incompleto aún porque falta un delantero– era un acto reivindicatorio, el anuncio de cambiar el nombre puso de nuevo en el ojo del huracán a los dueños de Once Caldas.
La sola propuesta motivó una mareada de inconformismo, desilusión y malestar entre los hinchas, quienes sintieron pisoteado su orgullo y la representatividad de Once Caldas como símbolo imponente de región ante el mundo.
Más grave todavía el origen, pues obedece a una rabieta del mayor accionista, disgustado porque supuestamente la Industria Licorera, y la Gobernación, le incumplieron en asuntos de patrocinio, poniéndose en plan de guerra con el argumento de que aquí no tiene respaldo.
Válido determinar quién falló, pues parece que fueron ellos quienes no respetaron lo pactado al ceder el pecho de la camiseta a otro esponsor, lo que por obvias razones –si estaba convenido– le correspondía a la destilera.
Total, lo que se pudo arreglar, o deshacer en términos de negocios, concluyó con la primaria reacción del dirigente, quien de inmediato comunicó su posición a algunos periodistas deportivos influyentes cercanos al club profesional.
La especie, por supuesto, se expandió en redes, los comentarios no se hicieron esperar, y el rechazo fue generalizado, apenas entendible, siendo diferente cuando pasó a ser Cristal, Varta o Philips, condicionado por elementos económicos frente a los avatares de la época. Ahora por el contrario se arriesga un contrato publicitario de 1.290 millones de pesos que había ampliado la empresa de Licores, y en medio de la soberbia buscan desarraigar al equipo, continuando en plan de víctimas en la dictadura de su imperio financiero.
Algo extraño, pues días antes el presidente Castrillón en declaraciones a Tiempo Extra, un espacio de Telecafé, se había mostrado –inclusive revelando cifras ilusorias– abierto acerca del compromiso por un mejor contenido, justificando afinidades con el entorno.
Según su versión, recibieron el equipo con 47 mil millones de deuda –Pineda le afirmó a quien escribe que eran 25 mil– y que estaban a 11 mil de ponerlo en limpio; habló igualmente de que al llegar en activos solo había un jugador, Hárrison Henao, y que ahora tienen 600 (sic), y que el costo del equipo para esta temporada es de 17 mil millones (?).
Además al referirse al patrocinio de la ILC, señaló que correspondía al 1% del valor de lo que tienen vendido en publicidad ¡Uhmm! O le fallan las matemáticas, o están sobrados porque con el monto, partiendo de esa cifra, podrían traer mega estrellas.
Una relación tormentosa, y un divorcio sin síntomas de reconciliación mientras las posiciones sean tan viscerales, y se asuma que es un bien privado –que evidentemente lo es– sin considerador que tiene un componente social, y asuntos sentimentales intratables.
Por eso hoy muchos los califican de mercenarios y oportunistas, sin resultados, con cinco torneos seguidos sin clasificar, mala elección de técnicos y jugadores, y pésimas asesorías. Entre tanto, Diego Corredor sigue trabajando para iniciar la liga el próximo fin de semana con una nómina que entusiasma, faltándole un delantero con gol, y sin un volante diez porque en su sistema no encaja. Ojala no le haga falta.
Hasta la próxima...
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