Mario César Otálvaro
@macotal
Le preguntaron al técnico Hubert Bodhert sobre la posibilidad de Dayro Moreno para Once Caldas, y manifestó que el tema se tocó, pero que la decisión no le corresponde.
A renglón seguido habló de los juveniles Suárez, Castrillón y Cubides, dando a entender que ante la salida de Londoño, ellos entrarán a terciar por el puesto.
Es decir, se juntaron el hambre con la necesidad, el conformismo del entrenador con la apatía de un Presidente que mira desde los números, y con poco espíritu aventurero.
Hasta razón tiene, pues no habrá taquillas, ni dineros extras, y una contratación de ese orden solo iría hacia lo deportivo, interés secundario para la actual administración.
Por eso Bodhert se sostiene sin clasificar a los ocho como sucedió en los últimos semestres, y se siente confortado porque nadie le exige títulos, ni copas, ni protagonismo.
Lo competitivo se ha dejado pasar, el equipo como en los ochenta cumple la tarea avanzando de fase, y para ellos un refuerzo de categoría supone un gasto, no una inversión.
Ha sido la política reciente, con excesiva mesura, apostándole a la continuidad de un proyecto deportivo que riñe con los resultados, y que deberá sacudirse porque una tercera
eliminación seguida no aguanta.
Para el regreso desde la novena fecha es preciso recordar que Once Caldas está séptimo con 12 puntos, a 3 del líder Nacional, botín no despreciable para hacer valer entre los elegidos.
O sea que parte de la faena está hecha en una liga que tendrá bajas sustanciales, y condiciones físicas irregulares, de las que se puede sacar provecho.
La novedad será los 3 cuadrangulares entre los que no accedan a cuartos de final tras un cupo a la suramericana, buen premio de consolación para mantenerlos activos el resto de
año con recaudos de televisión.
El camino se despeja, esperando un comportamiento distinto del virus, y que la tormenta directiva cese para que por fin se hable de la pelota, y no de corrupción y broncas internas,
lo que se ha escuchado durante el largo receso.
Cortar a Jorge Enrique Vélez apaciguó la crisis en medio de una negociación normal, que no debió trascender públicamente, siendo Dimayor una entidad privada.
Por los candidatos para remplazarlo se deduce que buscan más un empresario que llegue a producir dinero, que alguien con conocimientos plenos de fútbol.
Igual, quedó la sensación maluca de que la única preocupación es la plata, lo que quizá explica el por qué del discreto nivel de nuestros clubes en la esfera internacional.
Y si a ello se suma el escándalo de Fedefútbol, el cerco en el que se encuentran sus cabezas, y el marco jurídico que envuelve el lío, el descrédito es absoluto.
Esto simboliza lo que mucha gente está pensando, y es el daño grave que le han hecho al fútbol sus manejadores, algunos en mora de irse, aunque garantizar un cambio efectivo es
complicado cuando el vil metal abunda, y no hay escrúpulos para proceder.
P.D.: Un tuitero, Roberto Idárraga, en su cuenta @crispin1655 escribió: ‘El tapabocas más caro del mundo lo pagó Dimayor: 600 millones’
Hasta la próxima...
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