Tiene apellidos ilustres de activista del Opus Dei y nombre de animador de televisión. Pero se amaña más sabiéndose hijo de Chucho, el sastre, en animado dueto con mamá Elvia quien tampoco daba puntada sin dedal.
Jota Mario Arbeláez Ramos, Jotamario, caleño, nacido el 30 de noviembre hace ochenta años, escogió la poesía para crecer en la vida, y la publicidad y el periodismo para ganarse la vida.
Estuvo a punto de ser sastre o ministro de Hacienda. En la rebajona, terminó de laureado poeta y prosista de alto vuelo.
El colegio Santa Librada, de Cali, lo ungió bachiller “horroris causa” (lo dijo Rogelio Echavarría, otro mimado por las musas quien destacó “su incisivo y descarado manejo del humor negro”).
Andrés Holguín, quien se engulló su obra, concluyó que don José Mario es “fuerte, sarcástico, hace nadaísmo crítico y filosófico a través de versos que resultan quemantes, punzantes… todo rezuma rencor o agresividad”.
Y como entre sastres y bardos no se pisan los endecasílabos, Eduardo Escobar, de su misma cuerda, dice que la de Jota es una “poesía cargada de humor negro e ironía crueles. Su mejor aporte a la poesía es el ambiente de barrio, el paisaje doméstico de las clases medias bajas”.
El pensionado nadaista de cuidada pinta y podada barba, mata y come del muerto si se le insinúa que utilizó la poesía para interesar al prójimo en la compra de cosas superfluas en su oficio de publicista.
Es el lúcido director del manicomio, el macho alfa de la manada nadaísta: casa o compra peleas con el que hable pestes de sus cofrades.
Sus biógrafos dicen que es de esos amigos fieles que acompañan a sus amigos hasta el cadalso. Y se ahorca con ellos, si es del caso.
Hace decenas de columnas confesó en El Tiempo que abjuraba de su ateísmo y se amacizaba con el cristianismo. El libro gordo de Dios (la Biblia) le hizo el cajón a Rimbaud, Miller, Tzara, García Márquez y “yerbas” afines.
De esta forma seguía el camino trazado por su gurú, Gonzaloarango, quien finalmente, asilado en el misticismo, dejó a sus pupilos colgados de la brocha antes de volverse eternidad.
Aunque le duela a la cobarde envidia, los premios buscan a Jotamario para treparle la vanidad y la cuenta bancaria.
La poesía no solo produce dolores, también dólares, al contrario de lo que piensa su amigo y enemigo íntimo al mismo tiempo, el mentado Eduardo Escobar.
Durante años fue “invicto vencedor, jamás vencido” en matrimonio, pero, finalmente, con su musa, Claudia Jaramillo, amasaron par poemas, Salomé y Salvador, en quienes tiene puestas todas sus complacencias.
Con este trío y con Emilia, la nieta de pocos pañales de nacida, no se cambia ni por Dios mano a mano. Japiberdituyú.
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