Con tristeza y asombro he leído en los últimos días varios artículos de prensa donde critican fuertemente a la Federación Nacional de Cafeteros, cuestionando su rol, insinuándola de intermediario pesado, costoso y poco necesario. Supongo que la larga temporada de bajos precios internacionales del grano ha hecho mella en la confianza y la admiración en la Federación como organización gremial.
Es indudable el gran servicio que presta la Federación a los Cafeteros de Colombia, especialmente a los pequeños cafeteros. Cómo sería el área rural cafetera en vías, acueductos rurales, electrificación, educación, extensión rural sin la contribución de la Federación. Seguramente serían territorios más deprimidos y atrasados, como ocurre en muchas regiones del país, que por esa misma circunstancia son lugares donde las actividades ilícitas prosperan fácilmente y persisten manifestaciones de violencia con poca o tardía resistencia estatal.
El problema se origina en que la Federación, en su función de la defensa del caficultor, ha centrado su gestión gremial en pedirle al Gobierno subsidios al precio de compra. Esto, aunque a veces lo logra, cada día es menos viable y recomendable en un mundo globalizado. El proteccionismo vía subsidio al precio tiene sus días contados. ¿O no es por eso que la Superintendencia multa a grupos de empresas que se ponen de acuerdo en subir los precios para beneficio de ellos y perjuicio de los consumidores?
En 2008, los lecheros de Nueva York tenían dificultades para obtener una rentabilidad aceptable del negocio. Lo primero que hizo el Estado de Nueva York fue elevar el número de vacas mínimo que debía tener el hato lechero para ser eficiente. Pasaron de 500 a 1.500 vacas. Se definió que se prestaría asistencia técnica y los bancos solo financiarían a los ganaderos que cumplieran con ésta y otras condiciones. Es decir, solo apoyarían a los productores que se transformaran buscando mayor productividad y competitividad. Qué bueno que eso pasara en Colombia. Que la Federación no se concentrara en pedir y pedir un mayor precio, sino que gestionara un pacto por la competitividad con el Gobierno, en el que el apoyo sea para aquellos caficultores que demuestren que están dispuestos a hacer la tarea de reconvertirse y ser más competitivos. Así no se subsidiaría indefinidamente la ineficiencia: Subsidios focalizados, en vez de colectivos.
De otro lado, la Federación en su interior también tiene que hacer su tarea. La productividad del cultivo del café ha sido casi la misma en 30 años. ¿Cuántas de las prácticas agronómicas desarrolladas por Cenicafé y recomendadas por el Servicio de Extensión, indispensables para tener una mayor eficiencia y ser más competitivos, son acogidas por los cafeteros? La de mayor adopción son las variedades resistentes a la roya. Pero en prácticas como la renovación de cafetales, la cifra es menos satisfactoria, la adoptan menos del 50% de los cafeteros anualmente. Ni qué hablar de la fertilización, análisis de suelos, control integrado de broca y de arvenses, el manejo de información para la toma de decisiones, entre otras, donde la adopción es mínima. Y qué decir del factor que más participa en los costos de producción: la recolección. Con una participación de cerca del 40% de los costos totales, la única innovación en décadas ha sido el cambio del canasto de junco por el de plástico. Es hora de que la Federación desarrolle prácticas de recolección más eficientes y menos costosas, si se quiere que el café siga siendo competitivo.
Al Gobierno también le cabe su reflexión en cuanto a su rol como interlocutor de los gremios. Desafortunadamente casos como los universitarios que a punta de marchas y paros lograron más recursos que los rectores negociando respetuosa y civilizadamente con el mismo Gobierno; o los movimientos llamados “dignidades cafeteras” que con paros, marchas y vías de hecho logran más apoyo del Gobierno que la misma Federación negociando en el seno del Comité Nacional. Esto es burlar los mecanismos formalmente establecidos para el diálogo y deslegitimar a las instituciones.
La mayoría de los países cafeteros están mejor preparados que Colombia para enfrentar períodos prolongados de bajos precios, ya sea por su mayor productividad, su menor costo de mano de obra, por una mayor mecanización de ciertas actividades, como Brasil, o porque sus productores adoptan masivamente las prácticas recomendadas, como Vietnam. No nos confundamos: la caficultura colombiana no sufre una crisis de precios, sino una crisis de competitividad.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015