Paradójicamente contrario a lo que está pasando en el planeta, nuestra actividad cafetera, no vivía, desde hace años, un ambiente de optimismo en relación a los precios a los que se venderá la próxima cosecha. Pareciera que el confinamiento global y el cambio en las costumbres han elevado el consumo en los hogares y disminuido los inventarios en poder de los países consumidores, generando nerviosismo y la necesidad de abastecerse para los meses de invierno venideros. Antes habíamos estado ante cotizaciones altas que general y desafortunadamente no duran. Lo nuevo es el fenómeno de la pandemia global, que ha cambiado y replanteado gran parte del “statu quo”. El llamado permanente que desde esta columna hemos hecho, para que avancemos en un cambio sostenido de nuestra caficultura, cobra hoy mayor relevancia ante los hechos que nos obligan a cuestionar el orden establecido, pero al mismo tiempo a aprovechar las oportunidades que nos brinda la nueva realidad.
Nunca en nuestra historia reciente habíamos estado enfrentados a los cambios que vivimos hoy; nadie estaba preparado para afrontar la transformación que nos plantea unas reglas de juego diferentes, una metamorfosis en las certidumbres, que han sacudido nuestra confianza y nos han develado nuestra vulnerabilidad. Lo que era sólido y definitivo en nuestra sociedad, se ha transformado en algo efímero y precario que podría desaparecer en cualquier momento. Comprender el entorno permitirá enfrentar y asumir responsabilidades nuevas en medio de esta realidad.
Nuestra actividad cafetera y agrícola ha permanecido en crisis los últimos 30 años. La pandemia, para sorpresa de todos, nos ha llevado a un escenario de precios que le ha devuelto el optimismo hacia el futuro cercano de nuestra industria. El panorama alentador no debe cegar nuestra capacidad de ver en contexto nuestra actividad. La coyuntura actual de precios es una oportunidad de transformar nuestra industria, hacer inversiones pensando en la sostenibilidad económica, ambiental y social de nuestras empresas. En las dificultades están las oportunidades, y en el mundo de la pospandemia se abrirán puertas que antes estaban cerradas o no existían.
Vamos a encontrar una sociedad más consciente de sus defectos, menos reacia a escuchar propuestas que eran impensables, con una mayor conciencia de humanismo, con sentido ético, interesados en la trazabilidad del origen y en el consumo responsable donde no pierdan los que siempre pierden; saberles llegar y ofrecer lo que están dispuestos a adquirir está en nuestras manos. Reinventarnos es aplicar el conocimiento que cuestione, interrogue, y proponga cambios transformadores; saber cómo, por qué, para qué, cuándo, dónde y con quién, será la carta de navegación que debemos adaptar y adoptar. El mundo de la pospandemia es la oportunidad de enderezar los caminos torcidos, corregir carencias como sociedad replanteando un modelo maltrecho y roto que pide reinventarlo.
Los retos que tenemos son enormes, este oxígeno económico, lo debemos aprovechar para hacer reingeniería, adoptar tecnología, replantear y crear conciencia de nuestra relación con el medio ambiente, innovar, investigar, asociarnos, crear valor y salir de la zona confortable en la que hemos vivido por 100 años, no conformarnos con el mundo como es. No olvidemos que la bolsa y el dólar se pueden devolver, como generalmente ocurre, y dejarnos de nuevo en el mismo escenario.
En este mundo tan convulsionado, la resignación y el pesimismo facilista, nada resuelven. Solo sino renunciamos a la posibilidad de hacer la diferencia, podremos transformar vidas, que transformadas, transformarán la sociedad. Como dijo hace poco Alejandro Gaviria rector de la Universidad de los Andes: necesitamos el optimismo de la acción, la resignación nada resuelve, el optimismo por lo menos nos da una oportunidad.