Vuelve a tocar fondo la crisis cafetera. Precios por debajo de un dólar, tasa de cambio a la baja, incremento en costos de insumos que nadie controla, ajustes salariales, formalización, seguridad en el trabajo, escasez de mano de obra, competencia por la fuerza laboral con cultivos ilícitos, producción de commoditie sin diferenciación, cafés especiales vendidos con sellos de sostenibilidad con diferenciales irrisorios, altos costos de funcionamiento institucional, indolencia de la industria y muchos otros riesgos y amenazas, tienen la caficultura postrada como sector productivo, y gestando una bomba social en la esencia de la estructura productiva del campo colombiano.
En las últimas semanas hemos estado inundados de artículos y noticias al respecto de la crisis, estamos sobrediagnosticados pero políticas institucionales o gubernamentales que puedan provocar un cambio sustancial, no creo que las puedan encontrar fácil ni rápido. Siempre los cafés especiales están dentro del abanico de posibilidades para afrontar la situación; el problema es que sembramos variedades, que si bien son resistentes a Roya, provienen de familia de arábigas cruzadas con robustas, lo cual, según muchos especialistas del mercado internacional, ha hecho que el café colombiano pierda protagonismo, ya que no es fácil llegar a altos puntajes de calidad con estos cruces haciendo difícil y costoso salir del segmento de commoditie.
Los cafés especiales requieren procesos de innovación respaldados con calidad, diferenciación y generación de valor. Lo anterior implica que desde la selección de la semilla se determina hacia dónde queremos ir. Si queremos acoger la propuesta del gerente de salirnos de la cotización de la
bolsa de Nueva York, eso es poco probable hacerlo con cafés comerciales ya que son fácilmente reemplazables por orígenes similares, ojalá tenga resonancia en otros países para que sea una conducta masiva. Lo que se negocia por fuera de bolsa son los cafés de alta calidad con trazabilidad, sostenibilidad (social, económica y ambiental) verdadera, lo cual implica modificar la oferta exportable con café de altísima calidad.
Federación tiene uno de los bancos de germoplasma más grandes del mundo con variedades ancestrales como Thypica y Borbón que le dieron reconocimiento a la caficultura colombiana, más otras de alto valor y reconocida calidad sensorial. Es una colección de una amplia riqueza genética que debe ser parte del portafolio del café de Colombia, nada nos ganamos con tenerla allí en cultivos y anaqueles si no enriquece nuestras posibilidades productivas. Ese material debe estar sembrado a lo largo y ancho de la geografía cafetera nacional enriqueciendo la oferta de nuestra industria. Todo lo que tiene alta calidad es sucesible a la Roya, pero ese es el precio de adaptarnos a la nueva dinámica del mercado de cafés diferentes. Cenicafé tendrá que buscar la forma de controlar plagas en cafetales susceptibles pero con alto potencial productivo expresado en dólares por hectárea.
Otro aspecto definitivo es la forma como hacemos la gestión comercial, nada nos ganamos con producir calidad, si no sabemos cómo venderla, a quién y a qué precio. El mercado de especiales está creciendo a una dinámica exponencial, pero no es vendiéndole barato nuestros buenos cafés a multinacionales, como vamos a capturar el valor. Toda la gestión comercial de la empresa privada tiene un salario básico y uno variable de acuerdo a resultados. De la misma manera debe ser la remuneración de los funcionarios comerciales con bonificaciones cuando realmente haya captura del valor generado en origen y bajo un marco de transparencia donde se construya un modelo de valor compartido con el productor. No es sostenible seguir insistiendo en un modelo desgastado que no ha dado resultados por décadas, ¡lo difícil ha sido darnos cuenta de eso!