Oscar Giraldo
LA PATRIA | MANIZALES
Fabián y Gustavo López son naturales de Marquetalia. Desde hace 19 años viven en Bogotá y allí prosperaron en el mundo del entretenimiento. Ellos arrancaron con una discoteca, punto de encuentro de los caldenses, que movieron entre la 1 de Mayo, conocida también como Cuadrapicha, y el barrio Santa Isabel.
Desde el 2017, junto a tres amigos, también de la región, montaron Sirvalo Pues, una empresa dedicada a conciertos de música popular. Con la llegada de la pandemia, se cerraron bares y discotecas y se cancelaron conciertos, en lo que tenían su inversión.
En consecuencia, los gemelos López encontraron en su hermano menor, Alexánder, un apoyo para seguir consiguiendo su sustento. Pasaron de las tarimas a las bodegas de productos agrícolas. Con todas las medidas de protección continuaron su labor. Sin embargo, el virus los golpeó y puso a Fabián entre la vida y la muerte.
Recibiendo el dinero
Fabián, de 36 años, recordó que se enfermó mientras recibía dinero de un cliente, a quien al día siguiente pusieron en cuarentena por ser un caso asintomático. Luego siguió él, con escalofrío, dolor de cabeza y diarrea, síntomas que aumentaron con el paso de los días. Su padre, Gustavo, llamó a la Secretaría de Salud para solicitar que le realizaran la prueba en tres ocasiones, pero nunca llegó.
Pasaron casi 15 días, hasta que el jueves 7 de mayo llamó a su esposa, Zulay, quien es enfermera y mantenía en cuarentena con sus dos hijos en otra vivienda. Al verlo decaído le dijo que debían ir al hospital, él pidió esperar un poco, pero no pasó un día cuando le empezó a faltar el aire.
“Ayúdeme porque me quedé sin respiración”, le dijo. Sin pensarlo más, lo acompañó al hospital Mederi. El médico le indicó que debían hospitalizarlo y luego le darían razón de su evolución.
Su familia lo llamaba, pero no contestaba, no sabía que minutos después de llegar, había caído en coma. Su situación era crítica y solo por medio de un amigo supieron de la noticia en la mañana del viernes.
Los pronósticos médicos eran pesimistas, le daban un 10% de probabilidades de vida. Sumado a la covid-19, le diagnosticaron hipertensión, una falla cardíaca y diabetes. Los riñones y pulmones dejaron de funcionar y el domingo, los médicos fueron lapidarios.
Les comentaron que por haber entrado en coma, Fabián disponía de 36 horas para reaccionar y se había hecho lo humanamente posible. Si no ocurría, podría haber daños irreversibles. Les pidieron que se despidieran de él a través de una videollamada y si eran personas de fe, que rezaran para que él se recuperara.
Y así se volcaron en cadenas de oración, sus allegados y amigos grabaron videos y audios y se los transmitieron por una videollamada. Aunque temían su fallecimiento, confiaban en la mano médica y en la de Dios. Los riñones y un pulmón empezaron a funcionar, pero el pronóstico seguía siendo pesimista.
“Eso lo despierta a uno, lo anima a salir de esa vaina, eso es catastrófico. Uno con un buen estado de ánimo saca eso adelante”, dijo Fabián.
Mi mamá
El lunes, hacia las 11:00 p.m., Fabián despertó sorprendentemente. Lo primero que dijo fue: “Mi mamá”. La enfermera que lo acompañaba le alcanzó el celular, llamaron a doña Amparo y la felicidad y las lágrimas se apoderaron de la vivienda de los López García.
“Estaba lastimado por la intubación, mi mamá no sabía si contestar esperando una noticia mala, estaba lejos de saber que era yo. Mi hermano llamó a mi esposa y ella también pensó lo peor”, añadió.
Este marquetón aprovechó para agradecer a los médicos y enfermeros de la Méderi por su atención, en especial de Andrea González y William, los enfermeros que siempre estuvieron al lado suyo.
De vuelta a la casa
El 21 de mayo, Fabián regresó a su casa. Allí lo recibió Zulay, quien además se convirtió en su enfermera y quien se encargó de recuperarlo, pues sufrió una parálisis en la parte derecha de su cara, un brazo y un pie. Hoy, las secuelas poco se notan.
Pasó de 99 a 80 kilos durante su estancia en el hospital. El 28 de ese mes fue la segunda prueba y 15 días después, tras mucha paciencia, les notificaron que la prueba resultó negativa. Mientras tanto, estuvieron viéndolo a la distancia, no se le acercaban.
“Fue una gran alegría, uno ve que le llega la otra mitad, no nos podíamos abrazar por protocolos, él todavía tenía el contagio y tenía que seguir en cuarentena. Cuando por fin me comunicaron que la segunda prueba salió negativa se me encharcaron los ojos y le dije a mi familia que quién lo iba a abrazar primero”, así recordó Gustavo, el hermano, el día que ya todos pudieron acercársele.
Fabián se estaba bañando y una vez salió, lo rodearon y se fundieron en el abrazo esperado. Luego empezó a salir al hospital o a entregar papeles, hasta que el martes pasado tuvo la confianza de volver a laborar. Advierte que ahora tiene mucho más cuidado.
“Le digo a la gente que cuide a su familia, a quienes la rodean, la covid-19 no es un juego, a quienes los afecta los lleva al extremo y pueden perder la vida. Cuídense en cuerpo y alma. Así sea exagerado, lo más importante es tener bien a la familia y no tener que pasar por un dolor o un sacrificio tan grande como esto”, puntualizó Fabián.
Gustavo finalizó: “Queremos agradecer a los amigos, dejamos buenas semillas y se recogen los frutos, la gente nos apoyó, a la gente que se unió en oración, a todo un pueblo, a Yeison Jiménez, a Brayan Muñoz, Alan Ramírez, al Charrito, a Francy”.
También con coronavirus
Gustavo hijo y la esposa de Alexánder también resultaron infectados, aunque tuvieron una rápida recuperación. Doña Amparo, que fue quien atendió a Fabián, en sus primeros días de malestar salió con resultado negativo.
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