Andrés Rodelo
Abril de 2012. Los Vengadores estaba lista para debutar en los cines del mundo. Debo confesarlo, yo fui uno de los tantos que le auguró un fracaso artístico absoluto a la película de Joss Whedon. Para mí, la irrupción del escuadrón de superhéroes en el universo cinematográfico de Marvel solo podía ser sinónimo de una cosa: secuencias de acción y destrucción vacías de principio a fin, una sucesión interminable de efectos especiales que parece más una compilación de los últimos hallazgos técnicos de Hollywood que una historia.
Pues bien, ¡zas en toda la boca!, como dirían los españoles. Los Vengadores terminó siendo un éxito comercial y de crítica aclamadísimo, cerrándonos el pico a quienes, primero, desconfiamos de ella y, segundo, caímos rendidos ante su genialidad y excelencia en todos los niveles. Nadie, hasta ese momento, había hecho algo tan osado en una cinta de superhéroes.
Ese paso dado por Marvel, que muchos presagiaban equivocadamente en falso (como yo), fue el aliciente para que la competencia, Warner - DC Cómics, se animara a forjar su propio universo cinematográfico de superhéroes, haciendo del crossover (reunión de dos o más personajes de una franquicia en una película) el arma infalible para conquistar las taquillas. Sí, suena feo, pero no seamos ingenuos: detrás de estas creaciones hay contadores frotándose las manos.
La prueba de ello aterriza esta semana en su cine más cercano: Batman v Superman: El Origen de la Justicia, que no solo se conforma con reunir a los personajes que dan nombre a la obra (el superhéroe hecho a sí mismo contra el superhéroe por derecho de sangre), sino que también tiene metraje para la Mujer Maravilla, Lex Luthor, Doomsday y cameos para Flash, Cyborg y Aquaman, a manera de anticipo de la relevancia que tendrán en próximas entregas.
Ahora bien, ¿recuerdan que les hablé del fracaso que anticipé para Los Vengadores? Digamos que ese presentimiento, esa corazonada, esos miedos que me embargaban, terminaron cumpliéndose, pero cuatro años después mientras veía Batman v Superman. Y sí, señoras y señoras, basta de rodeos, la cinta de Zack Snyder supone, para mí, una obra fallida y cobarde.
No digamos que es el equivalente de Los Vengadores (estrictamente hablando sería La Liga de la Justicia), pero sí se trata de una versión a pequeña escala del interés por hallar en el cine un pretexto para el encuentro de franquicias que el Marvel – Disney inauguró y ha llevado a cabo.
¿Qué es, entonces, lo que funciona en Los Vengadores y no en Batman v Superman? Algo tan simple y fundamental (parece que no para Zack Snyder y David S. Goyer) como los personajes. Más que la acción, más que el espectáculo, más que la pirotecnia de la película de Marvel, yo recuerdo los cómicos desencuentros, la genialidad de los diálogos, la comedia de enredos, la esencia irremplazable que cada personaje aporta a la película, dotándola de espíritu y magia.
Las manías, carencias y fobias de cada superhéroe como motores fundamentales de la trama, de los que se desprende la acción como una consecuencia. No es el espectáculo al servicio del espectáculo, sencillamente. En Marvel está estrechamente ligado a algo más profundo: las motivaciones y el valor de los protagonistas, imprescindibles para el desarrollo de la película.
¿Qué pasa en la obra de Zack Snyder? Pues que no podemos hablar, estrictamente, de personajes, sino de presencias frías, de las que poco sabemos. Entidades que no digo que deban ser como las de Marvel, pero sí algo más que cajas de resonancia de pomposas reflexiones sobre la democracia y la existencia humana. Si Snyder no está por la labor de explorar a sus personajes y de darles un lugar elemental en el show, debe estar entonces por la labor del despliegue de acción sin fundamento. Pues, ¿adivinen qué?, eso está haciendo.
¿Cuál es el camino fácil? La pirotecnia aparatosa y banal, la hipertrofia de los efectos especiales, al mejor estilo Michael Bay, del que Snyder parece ser un fiel aprendiz. No hay alma ahí, solo una herramienta sobre la que no puede caer todo el peso de la película. En serio, ¿quién cree que los efectos especiales lo son todo?, ¿acaso están locos? La batalla final peca por exceso, está vacía de significado y me produce más sueño que un Mareol. Es una lástima.
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