Fotos | Cortesía | LA PATRIA
José Ernesto Quintero Gil, docente y escritor de Samaná (Caldas).
La Real Academia Española (RAE) define al humano como aquel que tiene naturaleza de hombre y a su vez, la palabra hombre la despieza en:
“Ser animado racional”.
“Señor, caballero, macho”.
“Varón que ha llegado a edad adulta”.
José Ernesto Quintero Gil fue todas y un poco más. Fue el hombre al que después de un acto se le retornaba a su raíz epistemológica (homo), como si una palabra no fuera inherente a la otra, y se le llamaba “humano”.
“Era tan humano”, afirma Juan Jairo Pérez, quien lo vio entrar y salir del conjunto en Manizales donde vivió en los últimos 13 años.
Un espíritu cívico
José Ernesto Quintero Gil falleció por causas naturales el pasado 3 de noviembre, a sus 91 años. Sin embargo, su vida, más relevante que el principio de su inexistencia física, es lo que nos regresa a él.
A José Ernesto Quintero Gil su actividad profesional lo encapsula como docente y escritor. Es recordado, entre cosas que citaremos más adelante, por crear los grados quinto de primaria y sexto de bachillerato en Samaná, municipio de Caldas en el que nació el 19 de abril de 1934. Allí también instaló, por primera vez, un laboratorio de física y otro de química, que eran requisito para poder aumentar el nivel de escolaridad en el colegio de varones San Agustín o Instituto San Agustín.
Para obtener los recursos de la construcción de los laboratorios recurrió a instalación de un bazar, el cual más adelante pasaría a ser los Festivales de los Palenques.
Formación
Ernesto, hijo de Clemente Quintero y Diocelina Gil, hizo su primaria en la escuela Daniel María López de Samaná y cursó la secundaria con los hermanos de la Salle en Medellín al ingresar al seminario.
Una vez graduado del bachillerato, a sus 17 años, empezó a ejercer la docencia en su pueblo natal. Se vinculó como profesor de inglés y francés al colegio San Carlos de Medellín, labor que ofició también al llegar al colegio La Salle de Pereira en 1969.
En la capital de Risaralda emprendió estudios no formales en Filosofía y Letras en la Universidad Libre. 10 años después retorna a Samaná para ocupar el cargo de rector del Instituto San Agustín, donde además de crear el bachillerato, escribió su primer libro.
Instalación
Luego de contraer matrimonio con Mariela Parra, Ernesto se trasladó en 1970 a Manizales. Una vez en la Ciudad de las puertas Abiertas, empieza como profesor del Instituto Universitario, en paralelo a su cargo como rector en el San Agustín, escritor y periodista.
En 1977 lo nombran rector del Colegio Nacional de Oriente, en Pensilvania, posteriormente se vincula como inspector de instituciones educativas de Caldas, centrando su labor en la creación de los bachilleratos, como propuesta que ya había cautivado el interés de la Secretaría de Educación departamental.
En 1983, se traslada a Chinchiná desde donde oficia como corresponsal de LA PATRIA y se pensiona y asesora al Colegio Los Andes.
En 2000 regresa a Manizales se vincula al Club de Leones de la Ciudad de la mano de Javier Restrepo, quien lo lleva a la Sociedad de Mejoras Públicas en 2013, en donde permaneció hasta este año y fue distinguido con la Medalla al Civismo 2024.
Momentos
Juan Jairo Pérez es el vigilante del conjunto que habitó José Ernesto Quintero. Lo señala como “una persona demasiado culta e inteligente. Una persona a quien le gustaban mucho los libros”.
“De él yo aprendí a expresarme en ciertas cosas, porque a cada rato me corregía. Nos aconsejaba y nos defendía mucho ante la junta, ante la asamblea, siempre era el apoyo para nosotros”, recuerda Juan Jairo, quien se atreve a anotar que la felicidad de Ernesto era la naturaleza: “¿Lo quería ver feliz? Tenía que hablarle de aves, de libros”.
Su pasión por la fauna lo llevó a financiar una casa para canarios en el colegio San Rafael. A la fecha al lugar llegan entre 30 y 35 ejemplares. “Era feliz viéndolos y ya enfermo nos enviaba la plata para la comida de los animalitos. Los pájaros eran los que más le gustaban”.
Juan Jairo añade que Ernesto, además era una persona sumamente completa con los demás. “Nunca se le veía de mal genio. Tengo muy buenos recuerdos de él y estoy muy agradecido, porque fue una persona tan humana”.
Al vigilante se le quiebra la voz mientras recuerda a don Ernesto, como él lo llama, y confiesa que a muchos les ha dolido su fallecimiento. Y da un ejemplo de por qué lo quisieron tanto:
“El día que falleció mi papá, él fue el primero de aquí del conjunto que llegó a la funeraria. Se dio cuenta que me estaban cobrando mucha plata e inmediatamente fue y habló por mí. Mucha la calidad humana de él, yo nunca la voy a olvidar”.
La bondad
John Hamlet Quintero Parra es el primer hijo de Ernesto Quintero. La totalidad de su padre la recoge en una palabra: bondad.
“Muchas veces no estaba de acuerdo con que lo describieran como bondadoso. Era muy calmado. Me gustaba mucho que siempre tenía ganas de ayudar a los demás”, añade John Hamlet.
¿Algo que lo haya marcado de la bondad de su papá?
John Hamlet revive un hecho:
“Unos agregados se apropiaron de la finca que tenía por Padua . Sí. Sí, se apropiaron de la finca, una finca que él tenía por Padua (Tolima). Él puso una demanda y la Policía fue a desalojarlos, pero cuando mi papá fue a recibir la finca los vio con sus cosas afuera, y al ver a los niños ni fue capaz de quitarles la finca y se las devolvió. Dijo que no era capaz de sacarlos.
Y en otras palabras, ¿cómo lo recuerda?
Alegre.
Estudioso.
Noble.
Líder.
José Ernesto Quintero Gil publicó cuatro libros:
- El Hombre que se enfrentó a Cristo (1966);
- El apellido Quintero y sus raíces antioqueñas (2003);
- Los palenques en sus 50 años (2017);
- Reflexiones de un Maestro (2021).
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