Melissa Julio es una teniente médico que encuentra en el batallón de Artillería No. 8 de Pereira. Divide su vida entre el ejército, ser médica y mamá. 

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Melissa Julio es una teniente médico que encuentra en el batallón de Artillería No. 8 de Pereira. Divide su vida entre el ejército, ser médica y mamá. 

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La teniente médica Melissa Julio sonríe, parece que lo hiciera por satisfacción. Sus ojos curiosos también hablan. Por eso cuando cuenta la historia de su vida y de cómo eligió el mundo militar, sus palabras complementan su mirada. 

No ha sido fácil el camino que ha transitado, ser madre, médico y militar son tres oficios que requieren dedicación y mucho tiempo. Pero quizás, con la misma soltura y pasión que aprendió en su infancia en Barranquilla, ha sabido sobrellevar los tres mundos con profesionalismo. 

Si bien en el trabajo de ser madre la fecha de graduación no es clara –y menos cuando la hija está empezando la adolescencia–, requiere un compromiso metódico, algo para lo que Julio trabaja día a día. 

Corazón de madre 

Su historia comenzó hace 10 años, cuando decidió incorporarse al Ejército Nacional, buscando una oportunidad laboral estable para sacar adelante a su hija Mauren, quien en ese entonces apenas tenía tres años.

Las oportunidades laborales en la vida civil eran muy reducidas y no teníamos una estabilidad. Con Mauren tan pequeña, decidimos, junto con mis papás, incorporarme al Ejército en Barranquilla, en el Batallón Paraíso”, recuerda la teniente.

Ingresar en la institución le ofreció la promesa de dedicarle más tiempo a su hija. Al ser médica de profesión, los turnos que tenía eran muy extensos, perdiendo tiempo valioso con su pequeña. 

Cuando yo era civil trabajaba mucho más, porque los horarios eran mucho más extensos, eran turnos casi de 36 horas y quizás a veces yo no podía ver a Mauren tan seguido, sino por ahí día y medio, porque ya pues mi mamá me ayudaba a cuidarla”.

Pero al principio esa promesa tuvo que postergarse. Su primera unidad no fue en un lugar cercano, sino en el lejano Putumayo, un reto que la exigió en todos los ámbitos. 

“En mi primera unidad no me la pude llevar porque me salió en la escuela militar en la ciudad de Villa Garzón (Putumayo) y luego salí trasladada para Santa Ana del mismo departamento”.

En la lejanía su familia volvió a decir presente. Su mamá volvió a ayudarla con el cuidado de Mauren hasta que Melissa encontrara el equilibrio entre ser madre, médica y militar. 

Vocación de soldado 

Fue en la segunda unidad donde empezaron a construir juntas esta vida de disciplina y afecto, donde los días ya no eran de separación, sino de encuentros cotidianos.

Desde entonces, madre e hija han compartido el día a día en distintas unidades. Pero el equilibrio entre los roles no ha sido fácil. 

Cuando Mauren era más pequeña, no podía dejarla con cualquier persona. Tenía que organizar mis turnos en los dispensarios para poder acompañarla en las tareas, estar pendiente del cuidado…”. 

Con el tiempo Melissa y su hija se han acostumbrado al estilo de vida que les ha permitido tener el Ejército. Incluso, precisa la teniente que a su hija le gusta vivir en el batallón de Artillería de Campaña No. 8, en Pereira. 

Disfruta ser hija de militar. Le gusta vivir en un batallón, asistir a eventos como los del 20 de julio, conocer a otros hijos de oficiales, ir al club… se siente parte de esta vida”.

Por la edad Mauren empieza a dar señales de un nuevo reto para Melissa. Tiene 13 años y se avecina sobre su mundo toda la complejidad de la adolescencia. Un periodo extraordinario donde el niño experimenta emociones que no conoce y donde el padre enfrenta retos sobre la autoridad y el amor. 

“La adolescencia a veces es extenuante, pero el diálogo con ella y el apoyo de mis comandantes hace que todo sea más llevadero”, asegura la teniente. 

Manos de médico

La vida como madre soltera en el Ejército no ha sido sencilla. Melissa ha tenido que aprender a balancear jornadas médicas, guardias y marchas con las tareas escolares, las conversaciones sobre adolescencia y los abrazos antes de dormir. 

Entre charlas nocturnas, apoyo de sus superiores y una profunda vocación de servicio, Melissa ha demostrado que es posible ser madre y soldado sin que uno excluya al otro

Sus padres, quienes alguna vez cuidaron de Mauren para que ella pudiera formarse, hoy la miran con orgullo, sabiendo que su hija no solo cura con la ciencia, sino que protege con el alma.

Ser médico, ser oficial y ser mamá son tres carreras difíciles para una mujer, pero también muy gratificantes”, dice con orgullo. Su familia lo sabe y lo reconoce. “Mis papás están orgullosos de lo que he logrado”.


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