
Foto | Sandra Bejarano Aguirre | LA PATRIA | PEREIRA |
En 18 años las cifras conservan un promedio desalentador. Casi 250 personas desaparecidas por año.
El colectivo Magdalenas por el Cauca, conformado por docentes, artistas y buscadores de memoria, realizó en la Plaza de Bolívar de Pereira una versión renovada de su obra “Laberinto de ausencias”, una instalación que pone en el centro del debate público el tema de los desaparecidos en el Eje Cafetero y el Valle del Cauca.
Para Yorlady Ruiz, docente y una de las creadoras del colectivo, este proyecto ha sido una forma de sostener el duelo de cientos de familias y dar voz a un fenómeno que sigue siendo invisibilizado.
“En 2008 solo teníamos una corazonada, el deseo de crear una obra artística que hablara del dolor de la desaparición. No sabíamos que nos traería hasta aquí: a 16 años de lucha, de frustración y también de conexión con muchas personas que siguen buscando a los suyos”, cuenta.
Ese mismo año, el colectivo comenzó a trabajar con casos locales, pero al cumplir su primera década, decidieron expandir su investigación y arte hacia la región. Encontraron una región que busca a sus seres queridos sin obtener respuestas.
“Solo entre Caldas, Quindío, Risaralda y el Valle del Cauca, en 2019 identificamos 2.900 personas desaparecidas. Hoy cerramos el ciclo en Pereira con una cifra que ronda los 4.000”, señala Ruiz, subrayando que el subregistro sigue siendo un problema grave.
Un laberinto para no olvidar
La obra está inspirada en el laberinto de la Catedral de Chartres en Francia, símbolo de introspección y reflexión. Pero aquí, cada paso entre los rostros impresos es una confrontación con la ausencia.
Son imágenes reales, obtenidas de la página oficial del Instituto Nacional de Medicina Legal “Hagamos obligatorio poder encontrarlos”, y contrastadas una por una con la base de datos del SIRDEC, el sistema de información de registros de desaparecidos.
Gabriel Andrés Posada Montoya, también miembro de Magdalenas por el Cauca, fue quien se encargó de esa tarea minuciosa.
“Me puse a buscar caso por caso desde 2019 hasta este año. De 4.500 fotografías, solo 500 habían sido localizadas, ya sea vivas o muertas. Las demás siguen siendo una incógnita, siguen desaparecidas”, explica.
Rostros con historia
Detrás de cada imagen hay una historia truncada. Yorlady recuerda el caso de un profesor, cuya fotografía vio pegada en algún lugar de la ciudad cuando empezaron el proyecto. Saber que era colega y que tenía una familia buscando, le despertó un sentido de hermandad.
“Era otro docente, como yo. Me propuse buscar a su familia. No fue fácil, pero encontré un número y llamé. Me respondieron. Su madre ya había muerto esperándolo, pero sus hermanos aún lo esperan. Cuando los vi, entendí que este laberinto no solo es una obra; es también un lugar de encuentro entre la memoria y quienes aún resisten al olvido”.
El colectivo ha llevado la obra a otras ciudades donde también hay ausencias: Buenaventura, Cali, Manizales y Armenia.
Cada montaje ha sido acompañado por encuentros con familiares, rituales, conversaciones dolorosas, pero necesarias.
“Conectarnos con asociaciones de víctimas ha sido clave. En Buenaventura, en Manizales, en Armenia, han sido esenciales las personas, las asociaciones que buscan a sus seres queridos” explica Gabriel.
Esta nueva versión del laberinto se realiza además en el marco de la Semana Internacional del Detenido Desaparecido, y como parte del proceso de producción de un documental apoyado por el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico en la línea de relatos regionales.
Una forma de que la obra quede registrada, de que su eco no se pierda.
Una herida que no cierra
Para el colectivo, las cifras no son solo números: son cuerpos ausentes, familias deshechas, memorias sin cierre. Y aunque hay instituciones, bases de datos y protocolos, siguen siendo los familiares los que más saben, los que insisten, los que documentan, los que no olvidan.
“En Colombia, hasta el año 2000 ni siquiera se reconocía jurídicamente la desaparición forzada como delito. Y hoy, aún con una unidad especializada, sigue habiendo restricciones económicas, de acceso a la información y voluntad política”, dice Yorlady.
Las cifras son alarmantes para los cuatro departamentos. En 18 años las cifras conservan un promedio desalentador. Casi 250 personas desaparecidas por año.
“Hay un promedio de 250 desaparecidos por año solo en esta zona. Incluso en pandemia, cuando supuestamente había más control, la cifra apenas bajó. Es absurdo pensar que esto puede seguir normalizándose”, comenta Gabriel.
Por eso, el laberinto sigue. Esta noche, la Plaza de Bolívar cerrará sus puertas para recibir en silencio a los dolientes.
“Tendremos un recorrido íntimo con algunas familias que están ahora en reunión. El laberinto será un espacio ritual, de duelo, pero también de dignidad”, concluye Gabriel.
La alcaldía les negó la Plaza
Gabriel denuncia que pidieron la Plaza de Bolívar para hacer la obra y la Alcaldía les negó la posibilidad por una tutela que había puesto un vecino a quien le afectaba el ruido.
Sin embargo, según Gabriel, la tutela era de dos décadas atrás. Por eso, tuvieron que valerse de un tercero para que solicitara el espacio y poder realizar la obra.
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