Jóvenes emprendedores

Fotos / Julián García / PANORAMA CAFETERO

María José Jiménez (17 años, izquierda), Santiago Castro (centro) y Salomé Vélez (derecha), estudiantes de colegios de Manizales y Dosquebradas, emprendieron su propio negocio de tostión de café llamado Café Aromas del Eje.

Ellos lideran una idea que huele a futuro y a café recién tostado.

Se trata de tres jóvenes estudiantes de Manizales y Dosquebradas (Risaralda), quienes hace dos años decidieron transformar su gusto por el tinto en su propio negocio: Café Aromas del Eje, un emprendimiento que hoy emplea a otros jóvenes del Eje Cafetero y los proyecta como el relevo o empalme generacional de la caficultura colombiana.

Son adolescentes de 17 años, estudiantes de los grados 10° y 11°, quienes con el apoyo económico de sus padres y sus propios ahorros se lanzaron a emprender. Su propósito: mantener viva la tradición cafetera y demostrar que la juventud también puede producir, transformar y vender el mejor grano del país.

Fundadores

María José Jiménez, de 17 años, estudiante del grado 11° del colegio Lans de Manizales, es la vocera del emprendimiento. La acompañan Salomé Vélez, estudiante del grado 10° del Instituto Tecnológico de Dosquebradas (Risaralda), y Santiago Castro, también del grado 11° del colegio Lans. Juntos conformaron una asociación de tostadores de café, de la que hoy hacen parte otros ocho compañeros más de distintas regiones del país.

Destacan que el grano que procesan lo compran en Apía (Risaralda) y en municipios de Tolima y el Eje Cafetero.

María José explica que muchos de ellos son hijos o nietos de caficultores y que su deseo es continuar ese legado. “Mi abuelo Elías Jiménez era caficultor y desde niña me inculcó el amor por el café”, recuerda.

Su padre, también llamado Elías, distribuye café tostado bajo la marca Café de la Montaña. Él los acompaña en el proceso de compra del grano y en la negociación, ya que los jóvenes aún son menores de edad y no cuentan con la documentación necesaria para hacer los trámites legales.

Aún no están constituidos ante la Cámara de Comercio, pues esperan alcanzar la mayoría de edad para hacerlo.

Mientras tanto, promueven su producto en ferias y eventos regionales como la Feria Subregional de Villamaría, y lo venden voz a voz y en varias tiendas y cafeterías de Manizales y el Eje Cafetero.

¿Pero cómo empezó?

María José recuerda que fue en noviembre del 2023. Un día observó a su padre procesando el producto y pensó que podía replicar ese trabajo con sus compañeros. “Les propuse que emprendieran conmigo. Les dije que la caficultura es un buen negocio”, relata.

Así, con un pequeño capital aportado por su padre y con el dinero de sus ahorros compraron unos bultos de café que luego mandaron a trillar, tostar y empacar. Cada uno aportó entre $200 mil y $500 mil de capital. Luego, distribuyeron el producto entre amigos y conocidos. Desde entonces, se convirtieron en todos unos expertos del grano.

Cuatro turistas se acercaron a su stand atraídos por el olor del café, mientras se hacía esta entrevista.

María José interrumpió la conversación, preparó los expresos con destreza y sirvió el tinto humeante a los curiosos visitantes, quienes lo degustaron mientras escuchaban que este café que consumían era emprendimiento de jóvenes.

Contaron que aprendieron a seleccionar manualmente el grano y a diferenciar los métodos de tostión. “De eso no sabíamos nada, solo conocíamos el café porque en el desayuno nos tomábamos uno antes de ir al colegio”.

Ahorros y maquinaria

Con las ventas y ahorros, los jóvenes compraron una trilladora y una tostadora, y abrieron un pequeño punto de acopio y bodegas en el barrio Aranjuez de Manizales. Allí realizan el proceso completo: trilla, tostión, empaque y almacenamiento, siempre bajo la supervisión de un adulto responsable.

Tuestan variedades como Castillo Orgánico, Caturro, Borbón Amarillo y Geisha, cafés con sabores herbales y notas aromáticas. Aunque en sus colegios no ven materias sobre caficultura, aseguran que el amor por el grano corre por las venas y viene de los ancestros.

Además, elaboran una línea de cold brew (café frío) y hoy exploran un proyecto para procesar snacks de borra de café, con el propósito de aprovechar los residuos y diversificar su producción.

Santiago cuenta que en su casa sus padres lo felicitan: “Dicen que es raro ver jóvenes emprender a tan temprana edad”.

Salomé, por su parte, explica que sueña con expandir el negocio a otras regiones e incluso al exterior, para demostrar que en Colombia la juventud sí le apuesta al relevo generacional del campo.

“Muchos jóvenes se quedan en el campo y eso está bien, no podemos dejar acabar la caficultura. Hay que crear nuevas oportunidades y negocios. El café es parte de nuestras raíces”, señala.

Sueños y proyecciones

Entre los planes a corto plazo de estos jóvenes está la compra de nueva maquinaria para aumentar la producción y abrir un punto de venta donde las personas puedan disfrutar de una taza de su café y de paso conocer el emprendimiento.

María José quiere estudiar Veterinaria; Santiago, Derecho; y Salomé, Administración de Empresas. Todos coinciden en que el emprendimiento los ha enseñado más que cualquier clase: disciplina, ahorro y trabajo en equipo.

Actualmente ahorran para comprar una tostadora más grande, ya que la que poseen solo permite tostar cuatro arrobas, y sueñan con adquirir una seleccionadora de grano, pues hacerlo manualmente es agotador.

Las utilidades se reparten con orden: una se reinvierte, otra va al sostenimiento escolar y al hogar, y una más se ahorra. “No nos podemos quedar en la idea, hay que ejecutar y sacar adelante un negocio”, dice María José con convicción.

En cifras

Cada mes tuestan unas dos arrobas de café, que distribuyen en cafeterías, tiendas y entre conocidos en Manizales.

Según cuentan, cada socio recibe mensual unos $100 mil en utilidades, dependiendo de las ventas.

En sus colegios ya todos conocen el proyecto. Sus profesores los felicitan, los motivan y, de paso, les compran el café.

 

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