MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Yalenis Gálvis Moreno, de 22 años, nacida en Bojayá (Chocó), llegó a Manizales hace cuatro años. Traía solo dos maletas y un listado de pasos por cumplir. Marcó varios números telefónicos, y se fue para donde la primera persona que le contestó.
Actualmente está en octavo semestre de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Manizales y dice que le encanta la ciudad, que está agradecida porque la ha hecho como persona, le ha regalado muy buenos amigos y le ha dado la oportunidad de crecer como profesional.
Aún no termina su carrera, de la que está orgullosa su familia, algo así como una compensación por la dura violencia que les ha tocado vivir. Sin embargo, Yalenis parece graduada, tiene un discurso social formado, quizá por la cruda realidad que le tocó enfrentar a los 10 años con la toma a Bojayá, donde perdió a dos hermanos y a otros familiares lejanos.
Antes y después de la toma
Dice que trabaja desde los 11 años con comunidad, como catequista, cuentista de niños, tallerista y que se quedó en ese campo. Esto le valió destacarse en el Instituto Técnico Pedro Grau y Arola, de Quibdó, que cobija a población vulnerable y desplazada de Chocó.
Un año antes había ocurrido la toma a Bojayá, donde Yalenis estudió la primaria, "a duras penas", dice. Su familia la conformaban papá, mamá, siete hermanas y dos hermanos, pero estos últimos fallecieron en la toma, cuando explotó la iglesia llena de gente. "Nosotras estábamos en un pueblo cercano. Mi papá es agricultor y ellos -los hermanos- mantenían todo el tiempo en Bojayá, también en labores agrícolas. Los fines de semana, por lo general, íbamos a visitar a los abuelos, y eso nos salvó la vida, menos a mis hermanos".
Yalenis entra en su discurso para hablar de Bojayá antes de la toma. "Es un pueblo muy alegre, con muchos corregimientos y se ha caracterizado por el sabor chocoano. La gente aprendió a vivir con la representación de varios entes de poder. Era muy normal que allá saludaran al señor paramilitar y al señor de la guerrilla, y más adelante estaba el soldado. Aprendieron a vivir en el mismo territorio. Algo paradójico, pero así se logró.
"A tal punto que me atrevo a decir, porque tenía un grado de consciencia, que la gente sentía afecto por algo en específico. La comunidad a veces respaldaba acciones de la guerrilla por la forma en que aprendieron a convivir en el mismo territorio.
"Era muy dado a abusar de las muchachas. Se creó hasta una ley. Paramilitar que abusara mujer, la guerrilla lo ejecutaba en la mitad del pueblo, y eso era aplaudido por la comunidad. Por esas acciones la gente las legitimaba.
Ellos salían una vez a la semana a comprar comida. Mi papá tenía ganado, y llegaban a decirle que necesitaban tres cabezas de ganado o racimos de plátano; en cambio otros grupos llegaban, les pegaban tiros a las reces y las jalaban de forma arbitraria. Eso también generó desplazamiento. Fueron muchos los jóvenes asesinados antes de la toma".
Yalenis volvió a su pueblo dos semanas después de la toma. "Fue un choque terrible. Ver el pueblo hecho cenizas, la iglesia destruida, no había nada. Se volvió un pueblo fantasma. Las únicas interpretaciones que tuve fue de llanto, dolor, miseria; pero sobretodo me impresionó la cara de las personas de miedo por volver a empezar, gente que perdió a toda su familia. Mucha gente no se levantó de eso, se quedó ahí.
"Recuerdo algunas cosas, que eso se pudo prever. No fue enfrentamiento de un día, venía de días antes y por eso mis papás no nos dejaron venir de donde los abuelos. Ese conflicto demoró unos dos o tres días, antes de que tiraran las pipetas. Mucha gente dice que se denunció, pero no pasó nada.
"En el pueblo donde ocurrió la masacre se quedaron unas 60 familias y hay gente que está allá no porque es feliz, sino porque fue allí donde pasó los mejores años de su vida, tuvo hijos y familia; es como una manera de estar con los seres que perdieron. Emocionalmente ya superé esta etapa".
Cuestión de derechos
Si bien dice que ya superó la etapa, a Yalenis la marcó el desplazamiento, asegura que son una familia desplazada en Chocó y viene la otra parte de su discurso, la defensa del trabajo social con las víctimas.
"La realidad que les toca a todos los colombianos víctimas del conflicto en el país es la lucha por la subsistencia, donde hay un estado que manifiesta muchas intenciones, pero no da la ruta de acogida. Chocó es otro estado aparte, es conocido por el conflicto, por el saqueo de tierras, por el desplazamiento que se vive a diario, pero el Estado no está ahí para respaldar a la comunidad.
"El desplazamiento sigue y la violencia persiste. Lo paradójico es que ahora no está la guerrilla ni los paramilitares desplazando, sino las multinacionales con licitaciones para explotar oro, madera y sembrar palma africana. No hay confrontación por vía armada, pero sí una violencia social que está llevando a más conflictos. Necesitamos de un trabajo social muy fuerte para que la justicia llegue a quien la necesita".
En este sentido, a Yalenis le hubiera encantado que a sus papás, que les tocó ver morir a sus dos hijos, el Estado les hubiera brindado una atención psicológica. A su mamá no se le puede mencionar Bojayá porque lo que le ha dado es tristezas, derrame de sangre y pérdida de seres queridos; además de sus hijos a sus padres.
"Ahora que se esta con el cuento de la verdad, justicia y reparación, se han quedado en la reparación, y administrativa. A mi papá le dijeron que le iban a dar $22 millones por los hijos que perdió. La reparación no debería ser plata, deberían brindarles a las familias la posibilidad de crear otras expectativas de vida. Me encantaría que a mi papá le dijeran: lo vamos a reparar, usted qué quiere. Mi papá diría: que me eduquen a mis hijas, que ellas vayan a la educación superior. Ni él ni mi mamá saben leer ni escribir, pero sueñan con tener hijas doctoras, profesionales".
Tenacidad desde la adolescencia
Yalenis llegó a Manizales por casualidad. A los 11 años, cuando ya había pasado un año de la masacre, no se inclinaba por ninguna carrera. Como se fue a estudiar a Quibdó, y en medio de su precocidad intelectual, conoció a personajes importantes, entre ellos a un benefactor del colegio que la escuchó hablar y quiso iniciar con ella un proceso.
Le dijo que le daba la matrícula en una universidad del país y que Acción Social, hoy Departamento para la Prosperidad Social, le facilitaba el hospedaje. "A raíz de esto me volví la hija de Acción Social", dice en medio de risas.
Desde ese momento empezó a soñar con estudiar Derecho en Bogotá, se presentó a la Universidad del Rosario y no pasó. Conoció a un personaje que la describió como una niña con muchas capacidades, pero le recomendó que su discurso era para estudiar Sociología o Ciencia Política.
Yalenis desconocía qué era eso de Ciencia Política, empezó a investigar y cuando reaccionó ya era tarde, habían pasado las inscripciones en las universidades de Bogotá. Otra persona le habló de la Universidad Autónoma de Manizales, se comunicó y le indicaron que enviará los documentos. Así fue como llegó a la ciudad.
¿Ya casi terminas la carrera, quieres ser política? "Desde el campo de la ciencia sí, pero ejercer cargos de representación, no. Me encanta trabajar con la comunidad, el tema de los derechos humanos. Si Dios quiere y las cosas se me dan estoy tramitando con la Universidad una beca para hacer una maestría en Derechos Humanos y Cultura de Paz, en Chile o Argentina".
Esta estudiante sueña con ser comisionista de derechos humanos con víctimas de guerra y del conflicto. Entre sus planes de corto y mediano plazo no está tener hijos, asegura que le apasiona formarse y trabajar con comunidad.
Vive en una casa de estudiantes, y trabaja desde los 14 años para ayudarse en sus gastos. Recuerda que a esa edad, después del desplazamiento, su mamá montó una venta de tamales. "Ella me dijo que si quería pagar los estudios, que trabajara".
Yalenis y su hermana le montaron la competencia a un lado, pusieron un puesto de fritos y vendían la sopa "levantamuertos", un sancocho con tres carnes distintas, que vendían a la salida de las discotecas.
Esta joven trabajó en el colegio, en Quibdó, como bibliotecaria; también fue empleada en un almacén de zapatos, y en Manizales ha sido mesera los fines de semana y operaria en fábricas de la ciudad.
Todo esto lo ha combinado con el trabajo social en la Comuna San José, de donde habla con propiedad de los problemas generados por el Macroproyecto y de Las Guapas, trabajadoras sexuales de la Galería. Yalenis está vinculada con la Fundación Visión y Gestión en la campaña Colombia contra Minas. Cuando llegó no conocía a nadie y ahora es reconocida por sus logros.
Contundencia
* "Soñé siempre con una sociedad mejor y creo que la educación es la clave para el desarrollo, porque solamente una sociedad consciente y educada puede generar cambios".
* "El conflicto colombiano la gente lo mira en reparar techo, no se han detenido en que hay que hacer un trabajo social con la comunidad, desde la psicología. Uno pregunta y la gente dice: por allá no vuelvo. Porque no se arriesga a que le suceda algo parecido".
"No solo hay que visibilizar víctimas del conflicto armado, que es lo que se está haciendo, hay otras víctimas que no están en ese esquema, pero están ahí. El reto del Estado es replantearse la sociedad, empezar a contribuir con el mejoramiento de la vida digna, de lo que se debe llamar garantía de derechos en un Estado Social como lo somos".
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