
Foto | William Cortés | LA PATRIA Juan Ortega en una de sus faenas. El trianero cortó rabo en inolvidable faena en la Real Villa de Aranjuez.
El cartel era de esos que, por lo rematados, dejan poco espacio a la ilusión. Porque luego de ver puestos, juntos, a Morante de la Puebla, José María Manzanares y Juan Ortega, con toros de Núñez del Cuvillo, lo mejor era deducir que de eso tan bueno no dan tanto.
Menos mal, toda regla tiene su excepción. Y esta lo fue. No por las ocho orejas, un rabo y un toro de vuelta al ruedo que sumaron los protagonistas, sino porque hubo un libreto invisible, ese mismo que escribe el mundo de los toros de cuando en vez, en el que la felicidad anda dando saltos en el ruedo y en los tendidos, del primero al sexto turno.
Y así pasó, contra todo pronóstico. Sí, de acuerdo, Aranjuez es plaza de segunda y, para comenzar, los toros son justitos de presentación y la gente va más a divertirse que a otra cosa. Todo eso no le quita los galones que la tarde del domingo pasado se colgó en una plaza que se inauguró en 1797 y que sigue ahí, enhiesta y activa, frente al paso de los tiempos y de las generaciones.
La memoria que deja la corrida debe necesariamente comenzar de atrás para adelante. Fue en ese sexto que era más toro que sus hermanos, por presencia y por comportamiento de adulto, en el que Juan Ortega hizo de los segundos minutos y de los minutos horas, al torear más lento que la lentitud misma. Faena de clasicismo cómo clásica fue la melodía que la acompañó. Fue ir al teatro en vivo, con el filo de la vida y de la muerte como telón, todo, en medio de la mayor naturalidad. Por eso, quizá, contarlo es imposible.
Morante, montera puesta, en muletazo en la plaza de toros de Aranjuez.
Antes, el mismo Juan había pintado bellos cuadros en homenaje al repentismo. Y antes, Morante de la Puebla, con la cabeza despejada bajo la cubierta de su montera decimonónica, nos había dicho que las grandes faenas también se cosen, entre retazos, con hilos de oro e infinito cuidado. Y, también antes, José María Manzanares se había repuesto de ir a la oficina a cumplir con el trámite del segundo de la tarde para cuajar al quinto con el temple y la belleza de una lidia digna de más de la oreja que le concedieron.
Pase al natural de José María Manzanares, quien también se fue por la puerta grande en Aranjuez.
Sí, el domingo fuimos a Aranjuez, sin sospechar jamás que el concierto de toda la vida estaba ahí, al alcance de los ojos y del alma, vestido de toro y de torero.
Ficha de la corrida
Plaza de toros del Real Sitio y Villa de Aranjuez
Toros de Núñez del Cuvillo
Justos de presentación. Bravos quinto y sexto.
Morante de la Puebla
Verde botella y oro
Oreja y dos orejas
Jose María Manzanares
Marino y oro
Oreja y oreja
Juan Ortega
Verde esmeralda y oro
Oreja y dos orejas y rabo
Detalles: Tres cuartos de entrada. Tarde fresca.
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