Pesebre en la casa de oración Beata Madre María Berenice, en Salamina.

Foto | Luis Fernando Rodríguez | LA PATRIA

Pesebre en la casa de oración Beata Madre María Berenice, en Salamina.

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LA PATRIA publica la novena completa cada día. A la hora de rezarla, aquí encontrará de principio a fin la más tradicional oración decembrina.

1. Oración a Dios Padre

Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro hijo la prenda de vuestro amor para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.

(Se reza tres veces Gloria al Padre).

2. Consideraciones para el segundo día

El verbo eterno se halla a punto de tomar su naturaleza creada en la santa casa de Nazaret, en donde moraban María y José. Cuando la sombra del decreto divino vino a deslizarse sobre ella, María estaba sola y engolfada en la oración. Pasaba las silenciosas horas de la noche en la unión más estrecha con Dios; y mientras oraba, el Verbo tomó posesión de su morada creada. Sin embargo, no llegó inopinadamente: antes de presentarse envió a un mensajero, que fue Arcángel San Gabriel para pedir a María de parte de Dios su consentimiento para la encarnación. El creador no quiso efectuar ese gran misterio sin la aquiescencia de su criatura.

Aquel momento fue muy solemne: era potestativo en María rehusar... Con qué adorables delicias, con qué inefable complacencia aguardaría la Santísima Trinidad a que María abriese los labios y pronunciase el "sí" que debió ser suave melodía para sus oídos, y con el cual se conformaba su profunda humildad a la omnipotente voluntad divina. La Virgen Inmaculada ha dado su asentimiento. El arcángel ha desaparecidos. Dios se ha revestido de una naturaleza creada; la voluntad eterna está cumplida y la creación completa. En las regiones del mundo angélico estalla el júbilo inmenso, pero la Virgen María ni le oía ni le hubiese prestado atención a él. Tenía inclinada la cabeza y su alma estaba sumida en el silencio que se asemejaba al de Dios. El Verbo se había hecho carne, y aunque todavía invisible para el mundo, habitaba ya entre los hombres que su inmenso amor había venido a rescatar. No era ya sólo el Verbo eterno; era el Niño Jesús revestido de la apariencia humana, y justificando ya el elogio que de Él han hecho todas las generaciones en llamarle el más hermoso de los hijos de los hombres.

3. Oración a la Santísima Virgen

Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena para el nacimiento espiritual de vuestro adorado hijo. ¡Oh, dulcísima madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

(Se reza tres veces el Avemaría).

4. Oración a San José

¡Oh, Santísimo José, esposo de María y padre putativo de Jesús!, infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos misterios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.

(Se reza un Padre Nuestro, un Avemaría y un Gloria).

5. Aspiraciones para la llegada del Niño Dios

Dulce Jesús mío,

mi niño adorado,

¡ven a nuestras almas!

¡ven no tardes tanto!

¡Oh Sapiencia suma

del Dios soberano,

que a infantil alcance

¡te rebajas sacro!

¡Oh raíz sagrada

de Jesé, que en lo alto

presentas al orbe

tu fragante nardo!

¡Oh lumbre de Oriente,

sol de eternos rayos,

que entre las tinieblas

tu esplendor veamos!

¡Rey de las naciones,

Emmanuel preclaro,

de Israel anhelo

pastor del rebaño!

¡Ven, que ya María

previene sus brazos,

do su niño vean

en tiempo cercano!

¡Oh, Divino Niño,

ven para enseñarnos

la prudencia que hace

verdaderos sabios!

Dulcísimo Niño

que has sido llamado

lirio de los valles,

bella flor del campo.

¡Niño tan precioso,

dicha del cristiano,

luzca la sonrisa

de tus dulces labios!

¡Niño que apacientas

con suave cayado

ya la oveja arisca,

ya el cordero manso!

¡Ven, que ya José,

con anhelo sacro,

se dispone a hacerse

de tu amor sagrario!

Dulce Jesús mío,

mi niño adorado,

¡ven a nuestras almas!

¡ven no tardes tanto!

¡Oh, Adonái potente

que, a Moisés hablando,

de Israel al pueblo

diste los mandatos!

¡Llave de David

que abre al desterrado

las cerradas puertas

del regio palacio!

¡Espejo sin mancha

Santo de los santos,

sin igual imagen

del Dios soberano!

¡Ábranse los cielos

y llueva de lo alto

bienhechor rocío,

como riego santo!

¡Del débil auxilio,

del doliente amparo,

consuelo del triste,

luz del desterrado!

¡Ah, ven prontamente

para rescatarnos,

y que un niño débil

muestre fuerte brazo!

¡Sácanos, oh Niño,

con tu blanca mano,

de la cárcel triste

que labró el pecado!

¡Borra nuestras culpas,

salva al desterrado

y, en forma de Niño,

da al mísero amparo!

¡Ven hermoso Niño,

Ven Dios humanado!

¡Luce Dios estrella,

brota, flor del campo!

¡Vida de mi vida,

mi dueño adorado,

mi constante amigo,

mi divino hermano!

Dulce Jesús mío,

mi niño adorado,

¡ven a nuestras almas!

¡ven no tardes tanto!

6. Oración al Niño Jesús

Acordaos, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado". Llenos de confianza en vos, ¡oh, Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de vuestra encarnación y de vuestra infancia la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a vos, ¡oh, Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.

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