Jorge Abel Carmona Morales*
Si el cine es uno de los espectáculos más consumidos y más disfrutados del mundo es porque hombres como Georges Méliès hicieron posible eso. Hizo posible la ilusión de la vida en imágenes y para ello consagró su tiempo a la creación de 520 películas que, en un momento de desesperación, luego de ver su obra apiñarse en un cuarto oscuro y perderse en las sombras del tiempo, entregó al fuego para su desaparición. En 1923, otros directores ya habían tomado otro rumbo, las obras cinematográficas se habían enfocado en el público masificado, de productoras estadounidenses y francesas que se adaptaron a la época. Tanto Charles Pathe y Léon Gaumont, en el país galo y productores de este lado del océano como Leon Schlesinger, quien fuera precisamente el individuo que rescató para la posteridad muchos de los negativos del maestro francés, dominaron la industria fílmica mundial.
El documental Mystére Méliès de Eric Lange cuenta ese vertiginoso proceso de recuperación de esas copias, creídas perdidas para siempre pero que el azar devolvió a la humanidad como uno de sus más ilustrativos patrimonios.
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Estudio Georges Méliès en Montreuil, Francia.
Méliès había comprado un edificio donde funcionaba el teatro de nombre Robert-Houdin que perteneciera al escapista y mago que con tanta emoción vio el cineasta en Francia. De ese espectáculo, quedaron los trucos que hicieron las delicias del público durante varias décadas. El negocio fue bien en sus primeros años hasta el punto que se hizo necesaria la expansión con la construcción de otro edificio de arquitectura moderna y que hoy día está en ruinas. La productora de Méliès, de nombre “Star Films”, abrió un mercado estético y de entretenimiento luego de que los hermanos Lumiére exhibieran sus primeras grabaciones fílmicas al mundo entero, desde el café los “Capuchinos” en París. Tanto la planta física como la empresa que se dedicó a hacer cine, tenía un ritmo de labores permanente y cuyo jefe, se entregó por más de 16 horas diarias al trabajo.
Pero cuando el direccionamiento del cine como espectáculo cambió y fue aprovechado mejor en términos económicos por los estadounidenses, Méliès entró en crisis. Como sus obras parecían anticuarios más que productos rentables, desataron la rabia del director y decidió destruirlas.
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Georges Méliès fue el primero que utilizó la cámara para narrar historias ficticias. Fue al menos el pionero de lo que hoy se llama cine.
Afortunadamente, Gastón Méliès, había expandido la productora de su hermano en los Estados Unidos. Los restauradores de las copias encontradas en Francia se dieron cuenta que aquellas no tenían la calidad para servir de foco salvador. George había tenido la idea de grabar las escenas con dos cámaras contiguas, por ello, las copias tenían una diferencia de angulación que sin embargo no fueron óbice para lograr el propósito de recuperación de esas obras maestras del cine mundial.
El hermano murió sin haber logrado la reconciliación con el creador de una de las industrias más importantes del cine iniciático. El tiempo y el polvo llevaron esos negativos a un cuarto desvencijado y olvidado donde se conservaron de manera milagrosa hasta que las directivas de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, la empresa Lobster Film y la National Film Center emprendieron el esfuerzo restaurador de esas copias.
En ellas, se aprecia el denodado trabajo de planificación y ejecución de esas obras fílmicas; tanto los decorados, como los actores y las tramas de las películas conservan la esencia de la magia, detrás de la cual el ilusionista ya tenía conocimientos técnicos que los empresarios como Edison y los hermanos Lumiére habían introducido pocos años atrás para utilizar la imagen en la elaboración de historias que hicieron las delicias de un público de principios de siglo ávido de fantasía.
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Viaje a la luna fue escrita por el hermano de Georges Méliès, Gastón.
Georges Méliès, como lo enfatiza el documental, fue un hombre que se dedicó en cuerpo y alma a realizar su sueño de compartir historias para hacer que las demás personas fuesen más felices. Implicó a toda su familia en tamaña empresa. El control absoluto de cada una de las partes que conformaban el proceso creativo le llevó casi todas las horas del día. El éxito inicial de su empresa generó cientos de empleos de personas que compartieron su sueño. La creatividad genuina que expuso a sus contemporáneos fue imitada, incluso copiada casi literalmente por los otros empresarios del cine. Su Viaje a la luna, plano a plano, es similar a los de las películas de Leon Gaumont. Creó los primeros modos de representación histriónica que los actores impusieron ante las cámaras.
Pero su impresionante éxito también se vino abajo y Méliès cayó en la ruina. Sin espacio para almacenar sus creaciones fílmicas y sin ganas de reinventarse se dio cuenta de que se había convertido en un dinosaurio a menos de 30 años de haber comenzado la ficción en el cine.
Los historiadores y los profesionales de la imagen también se dieron cuenta de que las obras de este visionario francés, pronto serían artículos de colección. Afortunadamente, Schlesinger tuvo la idea de comparar los negativos de esas obras cinematográficas que fueron olvidadas durante varias décadas.
Con el paso del tiempo las películas de Georges Méliès cobran vida. La tecnología aplicada a este arte no ha logrado opacar esa necesidad eminentemente humana de recrear sus propias ansiedades y obsesiones en imágenes.
*Antropólogo. Magister en Filosofía. Universidad de Caldas.
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