El triunfador de la tarde de ayer, Felipe Miguel Negret exhibe la oreja cortada al novillo Cantinero y exigida fervientemente por el público de la Plaza.

Fotos | Freddy Arango | LA PATRIA

El triunfador de la tarde de ayer, Felipe Miguel Negret exhibe la oreja cortada al novillo Cantinero y exigida fervientemente por el público de la Plaza.

PREGONERO | LA PATRIA

Tarde en la que aquello que pudo ser no fue y lo que terminó siendo debió esperar su justo tiempo para cuajar.

Para comenzar con eso segundo, Felipe Miguel supo erigirse como triunfador de la tarde sobre dos fundamentos. Uno, la fe propia, esa que sirve para vencer todos los escepticismos. Y dos, un novillo de Achury con la nobleza cual divisa.

La otra cara, la del agua que se le fue entre las manos al francés Lalo De María en la espada con el bravo quinto, no debería ser más que una de las tantas pruebas que le esperan en esta carrera de fondo que es la de torear.

Ahora bien, entre el destino de uno y otro alternante hubo ese elemento común: el encierro de Achury, aquel de cuatro ejemplares que se movieron y dejaron huellas, unas más grandes que otras, en un paréntesis que se abrió en el segundo de la tarde y se cerró con el quinto.

Aunque sería injusto meterlos todos en el mismo saco. Ese segundo del francés tuvo codicia y plantó cara a un hombre que a su vez hizo lo mismo. Lalo supo llevar la faena en un constante ascenso. De ahí que pasamos de los apuros a una obra que se fue haciendo maciza. Y así pareció entenderlo el novillo de los herederos de don Benjamín Rocha, para entregar al cierre una comunión plena que auguraba, al menos, un trofeo. Solo que quedaba aún el margen de error que cabe en la delgada línea de la espada. Y sucedió, hasta ver caer del palco los tres avisos.

En cambio la historia de Felipe Miguel transitó otros caminos. Quizás no más fáciles, pero sí más claros. Por ejemplo, la franqueza de un adversario que le ayudó al joven aspirante a ganar en confianza. Aunque esa era apenas una parte del libreto porque la otra dependía de saberse poner en donde había que ponerse. Y muy desde el comienzo y hasta el final, la colocación, los tiempos y las distancias fueron cercanos a la exactitud. ¿Faltó emoción? Sí, pero bastó con lo demás y el acierto a la hora de la verdad para reclamar un premio que tiene peso propio.

Juan Gómez también pudo entrar en el juego, pero el acobardado primero prefirió pasar inédito, mientras en su segundo el novillero antioqueño no encontró el sitio desde dónde ejercer su autoridad y mandar como correspondía.

Ficha de la novillada

Novillos de Achury Viejo, desiguales de presentación. Bravo el quinto, noble el tercero y con posibilidades segundo y cuarto. No valieron primero y sexto.

Juan Gómez: silencio y palmas.

Lalo De María: palmas y silencio tras tres avisos.

Felipe Miguel Negret: una oreja y silencio tras aviso.

Detalles: casi media plaza, lluvia en la última mitad del festejo. El novillero francés Lalo De María pasó a la enfermería luego de la lidia del quinto de la tarde, por un corte con la espada en la mano derecha.

Público en la Plaza de Toros

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