Torero y Toro en plaza de toros manizales

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LA PATRIA | MANIZALES  

Lo que, en parte, Andrés Roca Rey hizo ayer fue redimir. Y pues no podemos menos que darle las gracias. Al fin y al cabo, ello, redimir, es, según una de las acepciones de la Real Academia Española de la Lengua: "poner término a algún

vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia".

Y eso fue lo que toro a toro de la ganadería de Juan Bernardo Caicedo se vino en seguidilla. Dolor por un lado, el de sentir la ausencia de bravura y la predominancia de la mansedumbre. Eso que, por supuesto, no es lo que busca el criador, pero fue lo que le resultó esta vez.

Y frente a esa adversidad, pues todos pagaron una cuota. Por ejemplo, Juan Ortega quedó con las ganas de mostrar ese arte caro que sale de su cabeza, porque no tuvo con qué. Ni siquiera le valió ese primero suyo, bondadoso, pero al que le faltó chispa. Igual, ahí quedan esas verónicas encajadas y templadas de recibo o los naturales de aquella serie, en los que hubo un toro dispuesto y un artista en acción. Y luego, en el otro, sin posibilidades de un solo pase, Juan supo que la cuota era demasiado alta, esa del fracaso.

También le pasó a Luis Miguel Castrillón. Sus ilusiones se fueron a pique en ambos. El uno, porque no quería. El otro, porque tampoco, pero además con un ingrediente adicional, el de convertirse con el paso del tiempo en un fardo de violencia. Así, imposible.

Pero estaba Roca Rey y ahí cambiaron muchas cosas. Por ejemplo, el resultado mismo de la corrida al que alguien, no sin razón, le podrá parecer aceptable. Al fin y al cabo, dirá, son tres orejas.

Cambió también el clima en los tendidos. Las dos orejas cortadas al tercero llegaron en un momento clave para mantener la esperanza de que todo podía ir a mejor. Al final quedaría claro que nunca fue así. Y al llevarse la oreja de ese sexto, en buena parte Roca Rey tapó lo que parecía verse venir, una bronca.

Sin embargo, lo más importante del torero peruano fue que se superó de nuevo a sí mismo, cosa cada vez más corriente en él.

Así fue como se inventó esa faena a su primero, que no dijo mucho pero que pareció hacerlo yendo a los cites de Roca, amo y señor en ese turno del poder y de los terrenos.

Y así fue como se inventó la del sexto, con un enemigo que lo único que quería hacer era encontrar una puerta por dónde marcharse de la plaza.

Quién sabe si en otras manos rescatar a esos toros y hacerlos ver diferentes, sin que necesariamente lo fuesen, hubiera sido posible.

Lo cierto es que ocurrió, que Andrés Roca Rey redimió la tarde. O al menos la sacó del lugar al que estaba condenada a ir. Sin que eso signifique que la haya salvado. Porque salvarla era otra cosa y eso sí era imposible.

Ficha de la corrida

*Cuarta de abono de la 67 Feria de Manizales

*Seis toros de Juan Bernardo Caicedo, desiguales de presentacióny mansos en general.

*Luis Miguel Castrillón, perla y oro. Palmas, tras aviso y silencio luego de dos avisos.

*Juan Ortega, verde botella y azabache. Saludo y silencio.

*Andrés Roca Rey, blanco y oro. Dos orejas y una oreja.

*Más de media y lluvia antes de la corrida.

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