
La medicina caldense está de luto. El pasado viernes falleció el doctor Antonio Duque Quintero, pionero de la cirugía pediátrica en Manizales, maestro de generaciones y referente de humanidad en el ejercicio médico. Su nombre no solo está inscrito en la historia de la salud infantil de Caldas, sino también en la memoria agradecida de miles de familias que encontraron en él a un médico que nunca separó el bisturí del corazón.
Antonio Duque inició su carrera quirúrgica en 1966 en el Hospital Infantil de Manizales, luego de formarse en gastroenterología en Medellín. Fue el primer cirujano pediatra de la ciudad y uno de los fundadores de la cátedra de cirugía pediátrica en la Universidad de Caldas. Allí no solo ejerció como docente, sino también como decano, vicerrector y jefe de departamento. Más adelante, continuó su labor como decano de la Facultad de Ciencias para la Salud en la Universidad de Manizales, cargo que ocupó hasta el 2018.
En su consulta y en sus clases, el doctor Duque conjugaba la precisión científica con una profunda sensibilidad humana. Operó a miles de niños, muchos de los cuales regresaron años después, ya adultos, para agradecerle por haberles salvado la vida o haberles dado una oportunidad de vivir mejor. Fue también un pionero nacional en el tratamiento de los desórdenes del desarrollo sexual, un campo rodeado de silencios y prejuicios en su tiempo. Él no solo operaba cuerpos, sino que escuchaba historias, dudas, angustias. Su ejercicio fue ético, atento y compasivo.
Cada mañana, a las 7:00 a. m., dirigía reuniones académicas con estudiantes y colegas en las que discutía casos clínicos con rigor y generosidad. A pesar de sus múltiples responsabilidades académicas, nunca se alejó del quirófano: los miércoles y viernes, alternaba la universidad con cirugías a recién nacidos. “La cirugía infantil no da plata, pero sí muchas satisfacciones. He sido un hombre feliz”, decía en un perfil publicado por LA PATRIA en 2013.
Su legado no es solo técnico. Está en las enseñanzas que dejó como maestro, en el ejemplo que dio como médico público, y en la manera en que comprendió que la medicina comienza con la escucha. “Los cuerpos no son objetos de corrección, sino territorios de sentido, historia y dignidad”, escribió Natalia García Restrepo, genetista y bioeticista, al despedirlo. Sus palabras resumen el espíritu de quien fue Antonio Duque: un cirujano que entendió, antes que muchos, que cada niño es una vida completa, no un caso clínico.
Hoy Manizales despide a uno de sus grandes. Y lo hace con gratitud, con orgullo y con la certeza de que su obra continuará viva en quienes aprendieron con él a mirar más allá del diagnóstico.