Migrantes desafían el infierno verde (parte I)

Foto I Cortesía para LA PATRIA

Otra característica de migrantes es que llevan la bandera de su país, como lo hizo Yermaín con personas que conoció en el Tapón del Darién.

Óscar Veiman Mejía

LA PATRIA I Manizales

El Tapón del Darién, entre Colombia y Panamá, atrapa a miles de personas que intentan cruzarlo en su camino por Centroamérica hacia Estados Unidos. Es un infierno verde de 5 mil kilómetros cuadrados de jungla espesa, ríos traicioneros, fieras camufladas y hombres violentos y armados.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que al finalizar el 2022, unas 200 mil personas lo habrán cruzado. He aquí la historia de una de ellas: Yermaín.

Este venezolano protagonizó un calvario de siete días de travesía, con unos 100 kilómetros de caminata en una zona donde la temperatura al año varía entre 17 y 35 grados, con lluvias constantes. Se encontró con el drama de ver fosas con cadáveres de migrantes; en la manigua, madres rezagadas y perdidas con bebés ; mujeres violadas; gente con tobillos partidos, sin quien los pudiera auxiliar; además, la incertidumbre y el terror de toparse con asaltantes feroces...

El relato surgió con Yeraldine, venezolana que vive en Manizales. El 15 de septiembre su madre le compartió una imagen del Whatsapp de la hermana de Yermaín. “El mensaje era de varios días atrás, era una despedida familiar con él. No presté mucha atención”, cuenta ella.

Yeraldine, cinco días después, vio en Facebook una foto de Yermaín en Nueva York. Decidió contactarlo para saber qué había pasado con aquel amigo, a quien conoció 20 años atrás en San Juan de los Morros,capital del estado Guárico en los llanos venezolanos.

Ella, que de su mano atravesó con la familia la frontera colombo-venezolana, quedó impactada con el testimonio.

En el 2021, de acuerdo con la OIM, 133 mil 726 migrantes caminaron por el Tapón. En septiembre lo efectuaron 48 mil. El venezolano tiene 35 años y dirá algo contundente: “Esto no se lo recomiendo a nadie”.

El Tapón del Darién es catalogado por organizaciones migratorias entre los pasos más peligrosos para quienes dejan su país en busca de ir al norte. El pantano, por ejemplo, obstaculiza los proyectos de unir la carretera Panamericana, en esta región conocida también como la Cintura de América.

Encuentros

La amistad de Yeraldine y Yermaín comenzó en el patio de la casa en San Juan de Los Morros. “Yo conocía a su hermana mayor por el colegio. Ella se pasó a vivir al frente de la mía y coincidimos en los patios. Cuando él la visitaba, se pasaba al nuestro y me ayudaba a desyerbar. Nos hicimos amigos”.

El contacto se interrumpió cuando la hermana de Yermaín se fue del barrio. El paso de los años llegó con el éxodo venezolano que, como a miles de familias, tocó a la Yeraldine. Pronto supieron que Germaín era guía para quienes hacían el tránsito hacia Colombia y Ecuador. “Sabía todo el tejemaneje del paso por las trochas. Nos ayudó a pasar y nos despedimos en el terminal de Cúcuta. Hasta ahí supe de él”.

Venezuela, de acuerdo con la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y basada en estadísticas de las autoridades panameñas, es el país con el mayor número de personas que en el 2022 ha cruzado por el Tapón del Darién. “... en los primeros dos meses del 2022 (alrededor de 2.500) casi sumó el total del 2021 (2.819).

La diáspora

En Colombia, según autoridades migratorias, son 2,5 millones de migrantes venezolanos, de los 6,8 millones que hay en el mundo. La falta de oportunidades y de estabilidad, la escasez de suministros y la situación política detonaron el éxodo.

El reencuentro de Yeraldine y Yermaín fue por las redes sociales. Por medio de audios de Whatsapp, él compartió su relato, ilustrado con cuatro fotos, en un campamento improvisado en la selva. Una imagen es con compañeros venezolanos, y otra con tres senegaleses. Todos empantanados hasta las rodillas. Durante varios días Germaín le contó a su amiga, por Whatsapp, la aventura.

Aquí comienza la travesía. “Esto de ir a los Estados Unidos por el Darién no es fácil, se necesitan resistencia física e inteligencia, sabiduría, conocimiento de la persona mala, de la malicia”, advierte este venezolano.

Las cosas se inician en Necoclí, municipio del Urabá antioqueño, después de recorrer miles de kilómetros por Suramérica, el Caribe y otros rincones del mundo. Allí, miles de migrantes toman una lancha que los transporta hasta Capurganá, corregimiento de Acandí (Chocó) al otro lado del golfo en el límite con Panamá, y a donde no llega carretera.

Yermaín

“Ahí están unos motorizados en motocarro. Te dicen que es gratis hasta un campamento que te lleva por caminos hacia la selva. En ese campamento, se organizan mafias que trabajan con las personas y unos guías”.

Los caminantes toman una decisión crucial que puede cambiar el rumbo de su viaje, y el de sus vidas. Si quieren adentrarse solos en la selva, deben pagar una tasa de 35 dólares para salir del campamento. Si escoge tener guía, entonces le cobran 160 dólares. Y este guía, lo único que hace es, en determinado paraje, decirle al viajero cuál ruta tomar.

Yermaín

“Esto vi en el trayecto: muchas zonas boscosas, montañas, ríos y pantanos. Uno ve gente pidiendo socorro, personas que no aguantan, personas asesinadas por otras armadas en el monte, cuerpos en descomposición, mujeres violadas, grupos de 30 o 40 robadas...”.

Solo en el 2021, las autoridades reportaron 51 muertos o desaparecidos.

Las cosas se complican para quienes no soportan el ritmo de los compañeros. Se quedan atrás, en espera de un auxilio imposible de llegar a una de las zonas más impenetrables del mundo. Los guías, suelen engañar a los viajeros. Les dicen que la próxima comunidad está a dos o tres horas, pero pasan días y días sin encontrar poblaciones. Entre tanto, aumenta el agotamiento y disminuyen el agua y los víveres.

Yermaín

“Cada vez llega más gente a los campamentos indígenas, a ellos también les debes pagar una tasa de salida. Los que te asaltan en el monte son los mismos indígenas. Hay una parte que llaman La Bandera, que es muy peligrosa, hacen demasiada maldad. No recuerdo nombres de lugares porque los indígenas no te dejan ni siquiera tomar fotos”.

Reinan la incertidumbre, el miedo, las pesadillas. Sin embargo, cuenta nuestro personaje, hay gente que pasa sin vivir algunos riesgos. Sucede cuando la Guardia o el Ejército de Panamá patrullan por tierra cerca de los ríos o por el aire con helicópteros. Entonces, los grupos armados hacen una tregua por unas horas. De todas maneras, una vez en la jungla no hay pie atrás, y toca continuar por el primer propósito: llegar a Panamá.

La Acnur, con estaciones comunitarias en la frontera, reseña: “Muchas de las personas que cruzan el Tapón del Darién, por lo general, adultos jóvenes y familias, llegan a comunidades indígenas de difícil acceso con hambre y deshidratación, exhaustas y requiriendo atención médica”.

Nota: Recuerde, mañana el final de esta historia

 

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