Gustavo Jiménez Correa, el fotógrafo más querido de La Enea, murió el 17 de mayo. Su legado vive en las imágenes y en los corazones. 

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Gustavo Jiménez Correa, el fotógrafo más querido de La Enea, murió el 17 de mayo. Su legado vive en las imágenes y en los corazones. 

Gustavo Jiménez Correa fue mucho más que un fotógrafo. Fue el testigo cercano de las vidas que cruzaron las calles de La Enea, en Manizales. Fue también un hermano mayor que asumió su lugar con cariño y responsabilidad, un padre amoroso, un vecino entrañable y un artista sin pretensiones.

Desde que falleció el pasado 17 de mayo, a sus 69 años, no ha dejado de aparecer en conversaciones, recuerdos, fotos enmarcadas y agradecimientos silenciosos.

Nacido en la vereda La Cabaña, Gustavo fue el mayor de nueve hermanos. Su infancia estuvo marcada por las enseñanzas de sus padres, Erasmo y Nidia, que les inculcaron valores como la solidaridad, el respeto y el amor por la comunidad. Aquella formación rural y familiar sería el origen de su gran generosidad.

“Él no tuvo nada solo para él. Siempre compartía todo, hasta su trabajo. Y si alguien no le pagaba, no guardaba rencor. Seguía igual con todos”, recuerda su hermano Gilberto.

Los hermanos Jiménez Correa, en orden de edad. Gustavo, el mayor, a la derecha. Luego van Dídier, Rodrigo, Gilberto, Ómar, Stella, Mario, María Inírida y María Rosalba. La foto es del 2003.

 

Trabajo detrás de cámaras, la pasión de Gustavo Jiménez

En los años 80, Gustavo encontró en la fotografía un camino para expresar su sensibilidad. Comenzó cubriendo eventos sociales y se convirtió rápidamente en el fotógrafo de confianza para bautizos, matrimonios, primeras comuniones y fiestas de 15 años.

Fundó también una tienda de alquiler de videos, que combinaba con servicios de fotos y filmación. Su talento y cercanía lo hicieron parte imprescindible de la vida de La Enea.

Él no trabajaba por dinero, sino por la gente”, dice su hermana María Rosalba. “Lo conocían en todos los colegios. Daba facilidades de pago. Enseñó a muchos a ser fotógrafos, DJ y empresarios”.

La cámara era la compañera inseparable de 'Tavo', como lo conocían sus allegados. 

La cámara era la compañera inseparable de 'Tavo', como lo conocían sus allegados. 

 

La familia Jiménez como epicentro para Gustavo

Gustavo fue siempre el hermano que sostuvo, acompañó y enseñó. Cuando se casó y tuvo a su hijo Pablo Andrés, amplió aun más su rol protector y guía.

Pablo, de 32 años, expresa que su padre fue siempre su inspiración: “Pito, como yo le decía, me enseñó de fotografía, edición y video. Siempre recordaré las idas a recoger el musgo con el cual hacíamos el pesebre en Navidad y cuando íbamos a pescar, aunque muchas veces no cogiéramos nada, pero siempre nos reíamos de eso y así la pasábamos rico".

Sus hermanos recuerdan cómo compartió su conocimiento y cómo, incluso durante sus años de enfermedad, insistió en seguir trabajando.

La insuficiencia renal que padeció durante casi una década lo obligó a someterse a diálisis. Vivió en Medellín, pero hace dos años decidió regresar a la capital de Caldas para seguir sintiéndose útil y activo.

Vivía en Chipre, en un apartaestudio. Desde allí, con la ayuda de sus hermanos, continuó haciendo lo que más amaba: retratar la vida.

Pablo Andrés, el gran amor de Gustavo. Aparte de ser considerado un gran hermano, amigo y fotógrafo, su hijo también lo exalta como un padre ideal.

 

El barrio La Enea llora la pérdida de su fotógrafo

Ana Delia Villamil conoció a Gustavo hace más de 40 años. “Él les tomó fotos a mis hijos desde que nacieron. De sus cumpleaños, de la primera comunión, de la fiesta de quince de mi niña... mejor dicho, a qué no le tomó fotos”, dice con nostalgia. “Fue como un hermano. La amistad que tuvimos fue de toda la vida”.

La estima por Gustavo no era exclusiva de unos pocos. “Lo conocía todo el barrio”, rememora Ana Delia. “Iba a todos los eventos. La Enea lo quiso mucho”.

 

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El último adiós para Gustavo Jiménez

En sus últimos días, Gustavo fue hospitalizado en la clínica Avidanti tras complicaciones renales. Fue operado por peritonitis el 7 de mayo, pero el deterioro fue irreversible. Murió el 17 de mayo, rodeado del amor que sembró.

“Era un hombre elegante, alegre y siempre muy prudente al hablar”, dice su hermana María Rosalba. “Ayudó a que mi otra hermana y yo pudiéramos estudiar. Fue nuestro pilar”.

Hoy, sus fotos siguen colgadas en los muros de muchas casas de Manizales. Son la evidencia tangible de una vida dedicada a retratar y acompañar. Son la memoria viva de un hombre que, cámara en mano, le dio identidad y cariño a un barrio entero.

Gustavo Jiménez vivió 69 años. Al menos cuatro décadas de su vida las dedicó a la fotografía social.

 


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