Don Gustavo perdió a su compañera de vida tras 40 años cantando juntos en las calles

Fotos | Cortesía Familia Henao Hernández | LA PATRIA

Don Gustavo, el cantante invidente que conmovió a Manizales, despide a su esposa y compañera de vida. Sus hijos Gloria Amparo y John Jairo seguirán siendo su gran soporte.

Tras 51 años de una historia de amor y superación, Manizales despide a una de sus voces más queridas: la de Floralba Hernández, reconocida por cantar durante décadas en las calles junto a su esposo, Gustavo Henao, ambos invidentes.

La pareja, conocida por su presencia constante en la carrera 23, especialmente frente a establecimientos comerciales, con aleros amplios, y puntos estratégicos de la ciudad, se ganó el cariño de generaciones enteras.

Su historia comenzó en el barrio Fátima, en el año 1974, cuando Gustavo, entonces de 17 años, conoció a Floralba, de 23, mientras buscaba quien le dictara clases de Braille.

“Yo fui buscando a un profesor, pero terminé encontrando el amor de mi vida”, recuerda don Gustavo, quien, pese al dolor que le causa la pérdida de su compañera, sonríe cada que habla de ella. Lo hace con la vista hacia arriba, como si la estuviera viendo.

En la sala de velación Capillas de Fe, de Manizales, la familia Henao Hernández dio el último adiós a su amada Floralba, en la tarde de este viernes 21 de marzo.

 

Un amor que nació entre canciones

La relación floreció rápidamente. Se casaron a los dos años de conocerse, enfrentando retos como la diferencia de edad, la ceguera y las dificultades económicas. Vivieron en los barrios Las Américas, Fátima y finalmente en El Nevado, donde criaron a sus dos hijos: John Jairo y Gloria Amparo.

Ambos se dedicaron a la música como sustento, saliendo a cantar en las calles desde 1984. Su rutina era clara: de 9:00 a.m. a 12:30 p.m. y luego de 2:00 p.m. a 6:00 p.m., regalaban melodías a los transeúntes. Gustavo hacía la primera voz, y Floralba, la segunda.

“Montábamos las canciones juntos. Yo proponía, ensayábamos y al otro día salíamos a cantarlas”, comenta Gustavo.

 

Una despedida repentina y dolorosa

En marzo de 2024, doña Floralba dejó de cantar. La habían llevado al médico para un chequeo de rutina por hipertensión, pero le fue diagnosticado EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica), lo que deterioró rápidamente su salud.

Durante muchos años cocinó en fogones de petróleo, lo que según los médicos, pudo haber sido la causa de su mal. El pasado 6 de marzo cumplió 74 años y aunque tenía asistencia para respirar, se mantenía activa en casa

Mantenía bajo la supervisión permanente de su hija Gloria Amparo, pero en la mañana de este jueves 20 de marzo dijo sentirse mal, no quiso almorzar y aseguró estar mareada.

La llevaron por urgencias al hospital y rápidamente les dieron la peor noticia, había llegado sin signos vitales. Su despedida fue silenciosa, tal como fue ella, una mujer dulce, amorosa y muy creyente.

“Ella me dejó el alma rota. Fue mi compañera, mi apoyo, mi todo. No sé cómo voy a seguir”, afirma don Gustavo, visiblemente afectado.

 

Gloria Amparo y su hermano John Jairo rechazaron los comentarios de redes sociales en los que los señalaban de obligar a sus padres a trabajar. "Somos una familia humilde que se gana la vida honradamente y ese es el oficio de ellos, con eso nos levantaron". 

 

Una familia marcada por la discapacidad visual y el amor

Floralba provenía de una familia en la que cinco de seis hermanos eran invidentes y contaba con una madre que fue un apoyo fundamental en los primeros años del matrimonio.

Juntos, Gustavo y Floralba criaron a sus hijos y posteriormente a seis nietos, de los cuales cuatro viven con Gustavo y su hija Gloria Amparo.

A sus 64 años y con el vacío de haber perdido el amor de su vida, Gustavo anuncia que seguirá saliendo a las calles. No cuenta con pensión, ni propiedad. Vive en arriendo, ahora con su hija, quien también enfrenta dificultades económicas.

Yo soy diabético, necesito medicamentos, pero sobre todo necesito seguir luchando. La música es mi vida. Le pido a la gente que me siga apoyando”, ruega con humildad.

La historia de esta pareja ha dejado huella en los corazones manizaleños. A través de sus canciones, sembraron esperanza, ternura y fuerza.

¿Cómo se conocieron?
Yo estaba buscando un profesor de Braille y un amigo me dijo:Lo llevo donde una muchacha que sabe mucho”. Y esa muchacha era ella.

¿Y desde ese momento qué pasó?
Nos hicimos amigos. A los 15 días ya estaba enamorado. Ella también. Nos hicimos novios montados en una buseta. Yo tenía 17 años y ella 23.

¿La familia aceptó esa relación sabiendo que usted era menor de edad?
Sí, la mamá nos apoyó. Dijo que si nos queríamos, pues adelante.

¿Cómo empezó su vida de casado?
Nos fuimos a vivir a la casa de mis papás en Las Américas. Allá había una pieza libre. Yo conseguí trabajo de mensajero de un taller porque tenía un porcentaje de visión y después trabajé en lo mismo en el INCI. pero el taller lo vendieron, dejé de ver y el INCI lo cerraron.

¿Y qué hizo, si ya estaba casado y con obligación?

Siempre me gustó la música y estuve trabajando con dos amigos llevando serenatas, pero nos atracaron y nos robaron los instrumentos y como no me gusta trasnochar y ya sabía cantar, decidí salir a las calles con ella porque se nos oía muy bien.

¿Cuánto tiempo cantaron juntos en la calle?
Fueron 40 años exactos, empezamos a vivir de esto en 1984 y ella me acompañó hasta el año pasado. Ella fue mi compañera de lucha. Ensayábamos, montábamos los temas, y ella me hacía la segunda voz.

¿Por qué dejó de cantar doña Floralba?
En marzo del año pasado le dio EPOC, una enfermedad pulmonar. El médico dijo que no podía cantar más. Desde ahí me tocó salir solo.

¿Cómo fueron sus últimos días?
Un día antes me dijo que se sentía bien, pero al mediodía se le bajó la saturación a 30. La llevamos al hospital, y a las seis de la tarde murió.

¿Ante semejante pérdida se siente en condiciones de seguir cantando?

Este es un dolor muy grande y estoy deshecho por dentro, porque no sé cómo voy a seguir sin ella que era mi apoyo, pero igual tengo que salir a trabajar.

¿Y de salud cómo está?
Soy diabético, necesito medicamentos, y debo ayudar en la casa. Trabajo de 9 a 12:30, almuerzo, y luego de 2 a 6 de la tarde.

¿Cómo quiere que los manizaleños recuerden a su esposa?
Como mujer buena, agradecida con la gente y que nunca trató mal a nadie. Ella oraba mucho y confiaba plenamente en la generosidad de la gente, decía "los manizaleños no nos dejan morir de hambre", ojalá no me olviden.


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