FOTOS | Luis David Patiño | LA PATRIA
Wílmar Páez Lleva 7 años vendiendo helado. No tiene pensión ni recibe subsidios.
A las 6:00 a. m., Wilmar Enrique Páez ya está despierto. Se encomienda a Dios, alista el carrito y se prepara para otra jornada vendiendo helados. Tiene 54 años y desde los 13 trabaja para sostener su casa.
A las 10:00 a. m. comienza su recorrido en Linares. Sube a El Cable y termina en la Plaza de Bolívar hacia las 5:00 p. m. “Las ventas están regulares. Toca esforzarse mucho para vender un helado”, dice. Añade que en ocasiones a duras penas le alcanza para el pasaje.
Una vida sin garantías
En el 2007, Wílmar empezó como vendedor informal ofreciendo los periódicos LA PATRIA y Q'hubo. Le iba bien, hasta que llegó la pandemia: “La gente empezó a leer todo en internet”. El ingreso se redujo y tuvo que buscar otra opción.
Su enemigo diario es el clima. “Si llueve, olvídese que uno va a vender”. Dice que en los días buenos se puede llegar a hacer de 20 mil a 50 mil pesos”. Comenta que la empresa no les exige una cuota mínima, pero siente la presión: “En las caras de ellos se ve que no les gusta si uno no vende, pero no puedo obligar al cliente”.
Cuenta que algunas personas se molestan por los precios y lo han llegado a insultar. También denuncia que la Administración municipal le exige tener permiso para usar el espacio público: “Uno se esfuerza para ganarse algún peso y ellos no ven eso. No lo dejan a uno trabajar”.
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“Las ganancias se quedan en la empresa”
Adolfo Gañán, de 54 años, vive en una pieza en el barrio Las Delicias. Depende de los helados Bonice para sostenerse, aunque reconoce que es poco lo que queda. “Las ventas suben y bajan y no son mayor cosa porque todo queda en la agencia. En otro tiempo era mejor, se vendía más y se veía la plata”, recuerda.
Comenta que sobrevive gracias a la ayuda de desconocidos: “Hay personas que me colaboran con comida o me dan 10 mil o 20 mil pesos, pero no es muy seguido”, agrega. Las ventas se mueven más a la salida de los colegios, pero en vacaciones la situación se pone difícil. En la empresa no ven con buenos ojos cuando un vendedor regresa con productos: “Dicen que hay que vender más, pero no puedo obligar a la gente a que me compre”.

En un buen día, a Adolfo Gañán le quedan 25 mil o 30 mil pesos.
“No tenemos prestaciones ni liquidación”
Carmen Rosa Usma, de 55 años, lleva una década caminando entre el Parque Caldas y la Plaza de Bolívar vendiendo Bonice. Asegura que su peor enemigo es el espacio público: “La Alcaldía nos molesta mucho. No nos dejan trabajar”.
“Las calles están duras. No tenemos prestaciones, no tenemos liquidación, no tenemos nada”, expone. En un buen día Carmen se puede hacer ser 40 mil o 50 mil pesos en ventas de Bonice.

Carmen Rosa tiene 2 nietos que ayuda a mantener.
Fijo en un punto
A sus 69 años, Camilo Vásquez se levanta a las 5:00 a. m. y empieza su jornada en la Plaza de Bolívar. A diferencia de los demás, se queda en el mismo punto vendiendo helados. “Estoy enfermo, no me puedo mover de aquí”, explica.
Sus ingresos son más bajos que los de sus compañeros: entre 5 mil y 20 mil pesos diarios. No obstante, recibe 80 mil pesos mensuales del programa Adulto Mayor.

Camilo Vásquez lleva 25 años como vendedor de helados.
Una ciudad que consume, pero no mira
Las historias de Wílmar Enrique Páez, Adolfo Gañán, Carmen Rosa Usma y Camilo Vásquez muestran la realidad de vendedores ambulantes de helados en Manizales. Ellos recorren la ciudad cada día intentando sobrevivir, pero sienten que la ciudad no los ve. Cada día reunen lo justo para vivir.
La Alcaldía de Manizales, según el acuerdo 443 de 1999, aprobado por el Concejo de Manizales y por medio del cual se reglamentan las ventas informales en la ciudad, realiza estudios socioeconómicos cada año haciendo seguimiento de verificación, observando si el vendedor ambulante ha superado sus necesidades básicas y puede devolver la ocupación del espacio público o continúa requiriendo el espacio.
La Alcaldía verificar sus condiciones si cumplen o no cumplen con requisitos para autorizar la ocupación del espacio público con las ventas. Luego hace la verificación de los lugares en donde requieren realizar la venta ambulante y se busca la forma para que puedan desarrollar su actividad sin que impacte desfavorablemente la libre locomoción vehicular y tampoco la peatonal.
Manizales actualmente mantiene un aproximado de 2.000 a 2.500 vendedores ambulantes de manera permanente según datos de la Alcaldía de Manizales.
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