Invocando la poesía de José Martí en una Salamina bicentenaria
Señor director:
Me encuentro en Salamina, costa oriental de Chipre. Bebiéndome los arrecifes del mar Egeo. Este será mi último combate naval. Telamón lo sabe, como también sabe que estoy entre terrenos que no me pertenecen. Pero qué le voy a hacer si tengo vocación de isla, y crecí en terrenos movedizos, siempre acosado por corsarios y piratas. Pero esta batalla la he de vencer. Lo aseguro, como aseguro haber nacido una noche de luna llena en canículas de agosto.
Mi nombre en esta aventura no hace falta, mucho menos mi sobrenombre. Solo cuenten con mi coraje y mi estoicismo. Vengo del bando heleno, porque me interesa entrometerme en vidas del pasado.
Pero otra Salamina detiene mi perspectiva. Mi fantasía o quizá mi realidad en esta demencia prematura. Es una que encontré en esos viajes por el sur de América.
Es una Salamina que evocan e invocan como Ciudad Luz, porque dicen que nació pródiga en poetas, músicos y artistas.
Es la Salamina de la merced de arquitectura de bahareque y tapia.
Recuerdo que llegué con el ángelus de un agosto de senectud, que dos nativos me esperaban agostados. Ya la víspera en Riosucio un romántico me había prestado sus ojos para idealizar la ciudad turista. Para añorar la fuente de Plaza Bolívar. Y la cocina de sancocho y tamal.
Salamina, la que solo recuenta doscientos años, la que en su calle real extiende su garbo alucinante. Una calzada que asciende y desciende con Eliseo Diego y Jesús del Monte y que excita su mirada para contarme del saber cafetero.
Salamina, la de su gente con aroma de la isla egea, a donde volveré en este delirio para estrenar mi última batalla. Es que las islas necesitan paz, decoro; destronar la inseguridad de hombres con vocación de amos y sin vocación de patrias.
Juan José Jordán
El llanto de la luna de mayo
Señor director:
El sábado 10 de mayo falleció el político, humanista, escritor y poeta Jaime Ramírez Rojas, natural del municipio de Anserma (Caldas). Quiero hacerle con este escrito un sencillo homenaje. Un breve, pero valioso contacto personal tuve con él, en el 7.º encuentro de escritores de Manzanares, en el que nos acompañó junto con el penalista César Montoya, de Aranzazu. Cuando murió César, en Pereira, el viernes 3 de mayo del 2019, escribí para La Patria el artículo “Viaje a la eternidad”. Hoy, bella coincidencia, escribo este texto sobre Jaime, fallecido en Manizales el sábado 10 de mayo. Se repite mayo.
En el viaje de Manzanares a Manizales compartimos el mismo bus. Desayunamos en Mesones. En el trayecto pude darme cuenta del cortante humor fino que manejaba César. Desde la última banca molestaba oralmente a los que veníamos adelante. Hasta que me tocó el turno. César: -Oiga Alirio, aquí Jaime dice que quien le dijo a usted que cantaba. Porque canta muy feo-. Jaime inmediatamente dijo: -Yo no he dicho nada-.
En el programa de escritores yo le canté a Manzanares la canción de Serrat “Pueblo Blanco”. Saludando a la mesa directiva recibí buenas palabras de César, Jaime y Jaime Ossa, abogado de Manzanares, organizador de los encuentros. Yo nada dije. Estaba sentado al lado de Fabio Ramírez, que según César ya rezaba el 4.º misterio del rosario.
Tengo el libro “Cuando el amor desnuda las Palabras”, de poesía, autor Jaime Ramírez Rojas. Y como lo hice hace 6 años con César, hoy lo hago con Jaime. Dedicarle parte de su poema “elegía”. “A usted, amigo, compañero, camarada, quiero entregarle el llanto de la luna de mayo que gime una melancolía de estrellas apagadas, para que sepa cómo le duele ahora a la estatura del tiempo, y también al reloj de la vida que grita por su ausencia”.
Me llama mucho la atención esta nueva y bella coincidencia de este poema al expresar “quiero entregarle, a usted amigo, compañero, el llanto de la luna de mayo”. Mes en que estos dos amigos caldenses fallecen.
Alirio de los Ríos Flórez.