La Real Academia de la Lengua define desfachatez como descaro o desvergüenza, pero el concepto se queda corto ante este gobierno del Centro Democrático.
El presidente Duque, la vicepresidenta y la ministra del Interior se ganaron hace una semana una rechifla en Cartagena durante la marcha en la que miles de personas reclamaron por el asesinato sistemático de líderes sociales. Solo a este Gobierno tan desconectado de la gente se le ocurre que puede sumarse a una exigencia de protección para los líderes: ¿el Gobierno protesta contra el Gobierno? ¿el presidente marcha para reclamarle al presidente que proteja a los líderes sociales? Si querían solidarizarse con las víctimas, el gesto resultó vacuo por la falta de medidas concretas que deberían tomar ellos mismos. Por ejemplo, sobre la muerte de Dimar Torres el ministro de Defensa Guillermo Botero declaró: “si hubo un homicidio tuvo que haber una motivación”.
Botero es el mismo que dijo que el glifosato es un excelente herbicida y que los problemas de seguridad en Puerto Carreño se limitan al robo de ropa extendida. Para mí él era el campeón de la desfachatez en este Gobierno que cumple un año (¡Faltan tres!) pero esta semana lo desbancó el ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, quien sin ponerse colorado reconoció que no conoce las causas del desempleo ni cómo solucionarlo.
Una cosa es que ni ustedes ni yo no sepamos cómo arreglar el desempleo. Pero que Carrasquilla, el de los bonos del agua (otra desfachatez) quien gana un millonario salario para enfrentar entre otras cosas ese problema, diga que no sabe cómo hacerlo es un descaro. Debería renunciar, aunque no lo aconsejo porque está peligroso quedarse sin trabajo. No me extrañaría que si los desempleados organizan una marcha, Carrasquilla salga con ellos a protestar.