A mis candidatos al Premio Nobel de Literatura les pasa lo mismo que a mis candidatos a los cargos de elección popular: nunca ganan. Llevo años haciendo fuerza por Cees Nooteboom y Milan Kundera y temo que corran la misma suerte que Amos Oz, quien se murió hace dos años sin haber recibido ese reconocimiento que creo que merecía.
Esta semana ganó la poeta neoyorquina Louise Glück y con su nombre me ocurrió lo mismo que en 2011, cuando ganó el poeta sueco Tomas Tranströmer: apenas lo oí corrí a digitar su nombre en Google para tener alguna pista, porque jamás la había oído nombrar.
El año pasado, en cambio, cuando premiaron al austriaco Peter Handke, recordé una charla de años atrás en el Festival Internacional de Teatro de Manizales en la que Fabio Rubiano recomendó sus textos dramáticos y poéticos. Por esa sugerencia leí memorables poemas, y también por el Festival de Teatro descubrí hace aún más años a uno de mis cuentistas favoritos: Raymond Carver.
En 1997 el dramaturgo argentino Rafael Spregelburd presentó en el Festival la obra “Dos personas diferentes dicen hace buen tiempo”. La vi en función de las 11:00 p.m. en El Galpón de Bellas Artes, que antes de su remodelación era un local incómodo con bancas de tabla, que uno resistía con estoicismo por la calidad de lo que allí presentaban. Esta obra era una adaptación muy libre de cuentos de Carver y me deslumbró tanto que me motivé a leer a ese autor que nadie me había aconsejado. Quedé prendada. Luego supe que buena parte del genio de Carver se le debe a Gordon Lish, quien más que editor fue una especie de coautor sin rostro, pero esa es otra historia.
Mañana concluye la edición 52 del Festival Internacional de Teatro de Manizales. Volvió Fabio Rubiano con su Teatro Petra, que presentó “La Mansión Gualteros”, una obra dura y bella sobre la gente que desaparece. Además volvieron las charlas, los encuentros con dramaturgos y creadores, y las obras de teatro para niños, que son tan importantes en la formación de público. Hubo grupos de España, México, Brasil, Uruguay, Argentina y Colombia entre otros. De todo lo que pude ver el montaje más significativo fue que haya habido Festival en medio de esta pandemia feroz: no hubo filas en el Galpón, ni en Fundadores, ni en Confa ni en el auditorio de la Nacional, pero el público fiel se conectó en simultánea a las horas previstas para ver por Youtube, gratis (con aporte voluntario en festivaldemanizales.com), obras que van desde el drama hasta la comedia, pasando por nuevas creaciones transmedia que expanden los límites del teatro con la incorporación de nuevas tecnologías.
El sainete de la semana lo protagonizó el Instituto de Cultura y Turismo. Se supo que desde el año pasado debe más de $2.800 millones a artistas y gestores culturales que llevan largos meses de confinamiento esperando que funcionarios que reciben su salario en cada quincena paguen lo que el Instituto les adeuda. La lista de acreedores es larga: deben, entre muchas cosas, el apoyo que le prometieron al Festival de Teatro para la edición del 2019. El recién fallecido Quino le creó a Mafalda una mascota: una tortuga llamada burocracia. Mientras el ICTM se toma su tiempo para pagar, Octavio Arbeláez Tobón ya empieza a planear la edición 53 del Festival para el año 2021.
Hay milagros culturales que subsisten “a pesar de” y no “con el apoyo de”.
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