Fue como un milagro a la inversa: cuando el Once Caldas tenía en sus manos clasificar a los cuadrangulares semifinales, la perdió por mano ajena… y por mala pata propia. Tal vez fue la contraparte del verdadero milagro de hace diez años: durante el primer campeonato de 2009, el equipo cargaba con la posibilidad de descender y contra todo pronóstico clasificó en el último partido, quedó primero del cuadrangular grupo A y luego campeón al derrotar en dos ocasiones al Júnior.
La vida no se queda con nada. Por un lado regala, por otro quita. La ley de la compensación…
La hora es propicia para rememorar, porque para nostálgicos los aficionados al fútbol. También es oportuna para analizar, no los resultados sino las causas. Si el equipo y la afición fueron obligados a aprender en el dolor, fue por no haber aprendido en el amor. Es decir, no se supo mantener y mejorar lo bueno del año pasado, cuando también se comenzó en circunstancias similares a las de un decenio atrás.
Con un poco común sentido de la autocrítica, el entrenador Hubert Bodhert dijo: “Nos merecemos lo que tenemos, porque el fútbol es con goles y no convertimos. Tenemos que asumirlo y reconocerlo, no hicimos los méritos suficientes para clasificar”. Triste tener que reconocerlo por segunda ocasión con pocos meses de diferencia, pues ya había ocurrido con la humillante salida de la Copa Suramericana.
Más lamentable todavía, puesto que Once Caldas es una empresa organizada, que cumple sus obligaciones laborales. Otra cosa es que ofrezca una imagen distante y poco cálida, que afecta el sentido de pertenencia y no forja identidad, por no ser caldenses los dueños. Asuntos del sentimiento, que no impiden valorar la eficiencia.
Dentro de ella, Bodhert es uno de los recursos humanos más valiosos. Por más que los bochinchosos del micrófono y las redes sociales quieran destrozarlo, solo para paliar sus pequeñeces espirituales, para la gente sensata, que hasta en el fútbol la hay, es un buen líder. Su misión es sacar lo mejor de una tropa formada por dos docenas de futbolistas, entre los cuales algunos destacan por ignorantes, egoístas, veleidosos y vacuos. No saben apreciar lo que tienen, se creen lo que no son y viven pensando en lo que no saben si llegará.
Como cualquier persona, es susceptible de equivocarse. Lo cual no admiten quienes viven permanentemente equivocados. Bodhert tiene cuota de responsabilidad en la eliminación; tanto como el presidente, más que el masajista y menos que los jugadores.
Que no haya acertado en las sustituciones en algunos partidos, es parte del riesgo que corren todos los entrenadores que en este mundo son. Varias veces debió alinear a quienes se podía, no a los que tenía, porque estaban lesionados o porque simplemente no dieron la medida.
Se enrostra a Bodhert inadecuada selección de jugadores por contratar. Sí y no. Más no que sí, puesto que debió ajustarse a los parámetros económicos decididos por la junta directiva, o por el dueño del equipo. Lo cual sucede en las políticas de contratación de cualquier empresa. El asunto es que hoy cualquier petardo cree tener el precio de un misil nuclear.
Por eso debió resignarse a pedir unos que han rodado mucho y triunfado poco. Algunos reconocidos por su aversión al sudor. Al verlos, se recuerda la frase del entrenador manizaleño ‘Pecoso’ Castro: “El 90% de los futbolistas de hoy, en mis tiempos de jugador no hubiera llegado al profesionalismo”.
Sin embargo, acertó con el paraguayo Gerardo Ortiz y al conservar a Correa y Juan Rodríguez. Despuntaron Ménder y Guzmán con esperanzador suceso; David Gómez tuvo un segundo aire y debe recuperar a Kevin de la lesión… o de la cabeza.
En cambio, se apagan las esperanzas con Moreno, Nazarit, Carbonero y Carreazo, hechos en casa. Se les acabó el impulso o no dan para más.
Duele el batacazo, pero es una lección para aprender: la junta debe replantear su política de contratación y, ante todo, conservar a Bodhert. Salir de los que no sirven o no se comprometen y mantener a los eficientes. Hasta la afición debe ser menos exitista y más solidaria.
Queda el resto de año para componer la andadura.
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