Estábamos hablando de la gran labor realizada por José Gumilla en la Orinoquia colombiana. Aunque en otra ocasión narré dos historias fabulosas y con ciertos ribetes de fantasía del buen José Gumilla, las quiero repetir hoy para que queden incluidas en esta serie de artículos sobre los Llanos Orientales. Sé que algunas personas coleccionan mis series de artículos, lo sé porque así me lo han expresado y, desde luego, lo agradezco. Se trata del sistema utilizado por los indígenas para elegir sus jefes y de la forma como preparaban el veneno del curare. Los aspirantes a la jefatura de la tribu eran sometidos a tres pruebas, cada una potencialmente mortal. La siguiente prueba era más dura que la anterior. La primera consistía en que el candidato era azotado por todos los hombres de la comunidad. El aspirante no debía quejarse; si lo hacía no merecía ser jefe. Superada con éxito esta prueba, luego de un tiempo cuando el candidato ya se había repuesto de las heridas se presentaba a la segunda que consistía en que era arrojado desnudo a un bachaquero. En los Llanos así llaman a los hormigueros y a los insectos bachacos. De nuevo el aspirante a jefe no debía manifestar dolor. Esta prueba, digo yo, recibiría en la Edad Media el apelativo de exquisita. Lo digo porque en la Universidad del Valle cuando yo hacía mi licenciatura en literatura tuvimos un gran profesor y humanista, Armando Romero Lozano, que nos dijo que en esos tiempos la palabra exquisito se utilizaba para tormentos refinados. Cortar la cabeza de un tajo, amputar extremidades, no eran tormentos exquisitos. Lo eran por ejemplo clavar alfileres en diferentes partes del cuerpo, introducir sal en pequeñas heridas, en fin, tormentos refinados. Consulto ahora y por ninguna parte encuentro este significado de exquisito de la Edad Media.
Ahora manejamos otros significados más agradables para este adjetivo. Pero volvamos a la historia de Gumilla. Las mordeduras de cada hormiga en el cuerpo del indígena aspirante constituyen refinados tormentos, especialmente si ocurren en determinadas partes del cuerpo. El candidato podía morir por la gran cantidad de ácido fórmico recibida y que el cuerpo humano no puede soportar. El tercer tormento, llamémoslo simplemente prueba, era ya lo máximo del dolor y consistía en acostar al pretendiente en una cama de ramas y de hojas y colocarlo a conveniente altura sobre una fogata, conveniente para no asarlo vivo pero suficiente para atormentarlo. Si el aspirante salía vivo había gran alegría en la comunidad, ya tenían jefe.
Yo, lo digo sin sonrojarme, sometería a los candidatos al Parlamento, a los Honorables que hacen nuestras leyes, a estas simpáticas pruebas. Algunos se lo pensarían pero todos aceptarían pues el premio de recibir 30 y pico millones al mes, sin matarse mucho trabajando, es suficiente motivo para aguantar las interesantes pruebas.
Pero…dejemos a los Honorables quietos y hablemos de la segunda historia de Gumilla, la referente a la preparación del curare. De este veneno ya habían hablado viajeros que incursionaron por América, especialmente por Venezuela. En la expedición de sir Walter Raleigh por el Orinoco hacia Guyana donde creía él que se encontraba el Dorado, uno de sus soldados recolectó estas hierbas venenosas.
La Condamine hizo lo propio. Humboldt dio más datos. Explicó cómo fabricaban los indios del Orinoco el veneno. Dice que a los tallos que hervían les añadían veneno de serpientes, de hormigas y de sapos para aumentar la potencia y descubrió que el veneno no actuaba por vía digestiva, sino sanguínea y él mismo bebió un trago y dice que su sabor es amargo.
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