Hasta que por fin un grupo de calificados maestros escucharon y atendieron el clamor de padres de familia y estudiantes para que les abrieran la escuela. Luego de más de un año de un ausentismo absoluto que si bien es cierto ha favorecido parcialmente la salud física de estudiantes y maestros, no es menos cierto que ha dejado saldos absolutamente negativos y perjudiciales en el bienestar psicológico y emocional de unos y otros.
Los estudiantes de una escuela pública están siendo convocados por sus maestros a jornadas presenciales. Como expertos en temas de pedagogía y formación, estos diseñaron una estrategia denominada “focos de interés”; se trata de agrupar a los estudiantes por características afines o intereses comunes, saliéndose de la vieja organización de grados, grupos, jornadas o materias: el mismo diseño escolar que lleva ya varias décadas de fracaso y que ahora ha quedado absolutamente depreciado.
Esta escuela ha sido absolutamente responsable con la calidad de sus decisiones que han sido colegiadas por su gobierno escolar; brinda total protección a los profes que no se encuentran en condiciones de hacer frente a la presencialidad; acata con rigor las exigencias en materia de bioseguridad y fomenta en sus profesores el diseño y la planeación de los diversos focos de interés que ameriten convocar a sus estudiantes. Los mismos profes son quienes convocan y suya es la decisión de a quiénes convocar. Las temáticas abordadas son ciento por ciento de su competencia y con total autonomía definen los tiempos de los encuentros, las frecuencias y las intensidades. Este ejercicio lleva tres semanas de aplicación bajo el esquema de pilotajes: pruebas de ensayo que son monitoreadas, evaluadas y rediseñadas si es necesario.
Quiero resaltar este ejercicio, ya que se enmarca en el uso responsable de la autonomía. Esta escuela ha decidido regresar, pero antes se ha preguntado: ¿para qué volver?, ¿quiénes deben volver? y ¿cuándo es prudente volver? Y la respuesta responsable a estos interrogantes ha sido la clave para darle sentido y pertinencia al quehacer escolar; encontrar las respuestas implica caminar en la misma dirección y en el mismo sentido de la vocación. Sin duda alguna, la principal tarea que tiene pendiente la educación en Colombia es: ¿para qué educar?
En todos los niveles de la educación existe un alto porcentaje de profesionales que no quieren desempeñarse en su área de formación; la deserción en la educación superior es cercana al 50 %; las tasas de desempleo de la inmensa mayoría de carreras y profesiones son insoportables; bastantes estudiantes que cursan programas de bachillerato pedagógico en las escuelas normales del país no quieren ser maestros; las tasas de reprobación en la educación media por pérdida de materias que nada tienen que ver con intereses vocacionales son altas; en fin, muchos son los hechos y las realidades que dan cuenta del colapso de la educación en Colombia atribuible a la carencia absoluta de definir políticas en materia de pertinencia y de vocación escolar.
Pero veamos algunos hallazgos interesantes del pilotaje comentado y que por su connotación me parece significativo evidenciar en este espacio: los profes que no están en condiciones de asumir el trabajo presencial han apoyado las tareas virtuales de aquellos maestros que están en la escuela atendiendo los encuentros presenciales. Ellos mismos han adoptado el trabajo colaborativo y solidario como una manera de equilibrar cargas laborales y facilitar el encuentro de un mismo propósito. Han desaparecido los miedos y los temores, y la responsabilidad en la organización de los tiempos, los espacios, los procedimientos y las metodologías ha garantizado la tranquilidad de maestros, estudiantes y padres de familia. Incluso se han escuchado expresiones tales como: “Me contagio más fácil yendo a la tienda”.
Como el aforo definido es de solo el 10 % de la capacidad total, esto obliga a que por cada foco de interés se citen máximo diez estudiantes. Cierto día el profe buscó angustiado al rector y le dijo: “¡Rector, se están colando!”. Esto nadie esperaba: varios chicos que no habían sido citados trataron de colarse, no querían perderse la escuela, como si se tratara del mejor de los conciertos o de una final de fútbol muy esperada. Creo sin temor que esta experiencia es un minúsculo presagio de lo que pasaría en nuestro país cuando construyamos una escuela al tamaño de los niños.
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