Esteban Jaramillo

Acosos aparte, sobre todo aquellos del final cuando América, el perdedor, embistió desesperado, el Once Caldas se llenó de razones argumentadas para rozar posiciones de clasificación, dominar el partido con los goles y encender de nuevo la luz de la ilusión entre los aficionados.

El triunfo lo miró desde otras perspectivas. La estrategia básica fue la concentración extrema, evitando deslices que tantas veces regalan partidos. Reina volvió a ser el guía, el distribuidor, el eje.

Con qué calidad toca la pelota. Tantos talentosos creativos como en el pasado, en el “Blanco Blanco”, para iluminar los recuerdos.

Se repitieron los errores de cálculo frente a la portería, pero se mantuvo la tónica dominante con circulación fluida y arremetidas veloces de sus precoces delanteros. Fue un gusto ver la rapidez de piernas de Carbonero y los arrebatos juveniles de Estacio, jugador recién llegado, exigiendo con su fútbol la confianza de los entrenadores. Ambos destrozaron la lenta defensa del América.

Con ellos, Lemus dio cátedra con su gol en cabalgata desde el medio campo y Darío Rodríguez por su olfato frente a la portería.

En esta tarea titánica de estabilizar el rendimiento, el Once da pasos firmes para alimentar el optimismo.

Nota al margen

Cuesta entender la tragedia personal de Jónathan Fabbro. De la gloria con el Once Caldas en la Copa Libertadores a vivir entre barrotes por no respetar la moral y la dignidad humana. No fueron suficientes los placeres lujuriosos con la reina del mundial, Larissa Riquelme, su compañera de vida. Buscó alternativas con abuso de indefensa menor para ser condenado con ejemplar severidad a 14 años de prisión.