Fernando-Alonso Ramírez
@fernalonso
Terminé la segunda lectura de Recordando a Bosé, la novela más manizaleña de Orlando Mejía Rivera, esa que él llama su declaración de amor a esta ciudad. Tuve el privilegio de conversar con el autor sobre la obra en la pasada Feria del Libro de Manizales, que se realizó en el Centro Cultural Rogelio Salmona de la Universidad de Caldas.
Esta nueva edición llegó justo a tiempo para empezar el conversatorio, el que animé con los recuerdos de la primera lectura y acaso una mirada rápida a los subrayados que tenía, la primera impresión de la primera impresión. La segunda lectura siempre trae descubrimientos.
Esta es una novela que aparenta no tener pretensiones estilísticas ni complicaciones, porque es el relato de un adolescente, pero es precisamente esa la gracia que tiene, que se habla en clave de adolescentes. Ricardo Valenzuela es el protagonista y el encargado de relatar su historia. Aparenta muy maduro para su edad, por las lecturas que ha acumulado, porque sueña con ser médico y escritor, pero al tiempo es un inseguro hombre en formación, lleno de temores, de dudas y convencido de ser un escudero fiel de sus amigos y un enamorado, pero celotípico novio.
En estas páginas se reconoce la ciudad con sus milagros y con sus pecados. El primíparo nos lleva por ese primer semestre de Medicina en la Universidad de Caldas, una carrera difícil. Lo más difícil es superar a profesores que hacían padecer a los estudiantes hasta la locura, como el enano "Mena", personaje odioso y odiable, cuyas victorias consistían en hacer abandonar a los alumnos: "como si ser un buen profesor implicara tener el currículo de un asesino en serie".
Los lectores reconocerán esa ciudad de los 80: las salas de cine, San Carlos, Kien, Tico-Tico, el tronco de Chipre, las empinadas calles, y sus fantasmas: las luchas ideológicas en la Universidad, la presencia del M-19 y la aparición temprana de los amenazantes paramilitares.
No soy de los que creen que todo tiempo pasado fue mejor, pero es imposible no sentir nostalgia al pasar las páginas. Los jóvenes también podrán encontrar en su lectura parte de la historia de esta ciudad de aparente calma, pero llena de contrastes.
Al tiempo que habla de amores juveniles nos va dando cuenta de esa ciudad de varias capas, una en la superficie, la evidente; otras, más divertidas o más peligrosas, que se revuelcan en los intersticios de la doble moral. Una ciudad con tendencia a la depresión y a buscar la solución a sus males en la apariencia o en el licor. Una novela muy manizaleña.
En frases
* Manizales nos mostraba en silencio su rostro adolescente, su belleza montañosa.
* Cada estudiante rajado se convertía en un rival menos para la mayoría.
* Los principales ladrones en este país recibieron educación superior, y su conocimiento lo empleaban para beneficio propio e intentar atropellar al resto.
* Manizales tiene su magia, cada calle, las plazas, las casas, los árboles, son parte del mundo afectivo de la gente.
* La saudade es la verdadera naturaleza de todo poeta: Es la nostalgia inexplicable que nos habita.
* El trago no es la enfermedad, sino el síntoma de algo que no comprendo bien.
* Manizales se parece en este momento a esa esa ciudad Gótica de Batman (…), me parece oír a las brujas medievales cantando Carmina Burana e invocando el macho cabrío en medio de la niebla de Chipre.
D E S T A C A D O
En estas páginas se reconoce la ciudad con sus milagros y con sus pecados.
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